9.6.13

Los límites del perdón

El perdón es un instrumento de convivencia, una especie de lubricante ético-cívico con repercusiones ultraterrenales, de ahí que muchas religiones lo animen, apoyen y subvencionen.   Sería mejor no equivocarse, pero ya lo dice el adagio ciceroniano resumido en "Errare humanum est": "El errar es propio de todo hombre; pero el persistir en el error, de nadie, sino de un necio".1  

Si vamos por la calle, resbalamos en una esquina y golpeamos a una persona que se nos cruza, pedimos perdón.  Ahora bien, si el golpe lo damos tomando impulso a veinte metros de distancia con toda la calle recta y vacía, pues ya el perdón se desliza semánticamente hacia el cinismo y la desfachatez.

De un tiempo a esta parte, son muchos los que han pedido perdón, ora por cazar elefantes, ora por conducir ebrios.  El último "perdonando" es el FMI, que en sus informes sobre Grecia reconoce errores "notables", cercanos casi a la premeditación de la calle vacía supra mencionado.

Parece que se están explorando los límites del perdón.
Con un poco de mala suerte van a acabar encontrándolos.


1) "Cuiusvis est errare; nullius nisi insipientes, in errore perseverare"

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