28.6.13

De la ira

La ira siempre está siempre agazapada tras la injusticia (real o magnificada).  También se oculta tras nuestra propia inseguridad y tras nuestro instinto de supervivencia.  Unas veces tomamos por ofensas las opiniones de los demás, otras veces sentimos que solo estrangulando a ese mocoso de los pelos de punta saciaremos nuestra sed de justicia o de ego.  Y en estos tiempos que corren (como antes han corrido muchos otros) la indignación amortigua o anuncia una ira colectiva de alcance insospechado.  Pensamos que la reacción más violenta, fulminante e irracional nos asegura el triunfo en tal o cual causa, objetivo o defensa.  Pero no es así.

Sumido en estos vericuetos ya directamente filosóficos me puse a leer De la ira de Séneca, autor odiado por casi todos los docentes andaluces. No por su culpa intrínseca, sino porque a alguien se le ocurrió poner el nombre del estoico cordobés al sistema de gestión informático de la Consejería de Educación.  Por cierto, no han sido pocas las iras que ha concitado el portal de marras en ciertos días de mucho tráfico virtual.

La idea central de este librito es que la ira no es buena para el gobernante ni para el individuo.  Solo la razón y la templanza permiten el triunfo de la verdad y la justicia.  Aquí van unas citas:

-- "...en la guerra no deben ser los movimientos desordenados, sino arreglados y dóciles. ¿Qué otra cosa hizo a los Bárbaros inferiores a nosotros, cuando tienen cuerpos más robustos, más fuertes y endurecidos en los trabajos, sino es la ira, perjudicial siempre por sí misma?".

-- "Nada hay como la ira para favorecer las derrotas".


-- "No hay pasión tan ávida de venganza como la ira, y por lo tanto, en su loca precipitación, menos a propósito para vengarse".


-- "¿Qué médico se irrita contra su enfermo?"



-- "¿Qué necesidad hay de derribar la mesa, romper los vasos, darse cabezadas contra las columnas, arrancarse los cabellos, golpearse los muslos o el pecho? Considera cuánta es la violencia de esta ira, que no pudiendo desfogar sobre otro tan pronto como quisiera, se revuelve contra sí misma".

-- "Mal colocada está la espada en la mano de un iracundo".


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