30.6.13

La no-canción del verano

Con motivo de la inminente llegada de las vacaciones propiamente dichas, recupero este vídeo de Talycual sobre los intelectuales y el verano, que ya se presentó en su momento.

Tiembla, Georgie Dann: "Estiofobia intelectual".

Emil Cioran, autor de Ese maldito yo.

29.6.13

La hora sexta

Si uno teclea en Google "siesta" le salen dos entradas de la Wikipedia, una en español ("siesta") y otra en inglés ("siesta").  En esta última se explica que la palabra viene del español y dice:

siesta (Spanish pronunciation: [ˈsjesta]) is a short nap taken in the early afternoon, often after the midday meal. Such a period of sleepis a common tradition in some countries, particularly those where the weather is warm.

Se lee también que en Italia se llama riposo, que Carlomagno no la perdonaba y que, a pesar de estar asociada a países climas cálidos, los habitantes de la gélida Patagonia también la practican.  No se olvidan de enumerar sus beneficios psicosomáticos, sobre todo para el corazón, aunque a mí me da la impresión de que están basados en estudios más bien tendenciosos de siesteros de pro, capaces de manipular datos para justificarla.  Circula desde hace años el chiste de llamarla "el yoga hispánico".  Y quién sabe si llegarán a abrirse centros de aprendizaje de "siésticos" en California y de ahí, vía Hollywood, al resto del mundo.

Lo más curioso del asunto es que entre las pocas palabras que hemos exportado al mundo están siesta, fiesta, guerrilla, patio y plaza.  Estos vocablos configuran el imaginario de una España de cortijos, pueblos, trabucos y flamenco que, por seguir con el casticismo, "no se pué aguantá".

Espero que los que tengan vacaciones este verano y los que no las tienen, pero tampoco tienen trabajo, disfruten de unas buenas siestas delante de los inútiles reportajes de animales, que con gran sentido estratégico las cadenas de televisión programan para la hora sexta.


28.6.13

Hurgalios e Incopelusas

Daría los pocos pelos que me quedan por haber escrito el capítulo 68 de Rayuela.  Obedece fielmente al principio castizo de "no te digo ná y te lo digo tó". Helo aquí:


"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias".

De la ira

La ira siempre está siempre agazapada tras la injusticia (real o magnificada).  También se oculta tras nuestra propia inseguridad y tras nuestro instinto de supervivencia.  Unas veces tomamos por ofensas las opiniones de los demás, otras veces sentimos que solo estrangulando a ese mocoso de los pelos de punta saciaremos nuestra sed de justicia o de ego.  Y en estos tiempos que corren (como antes han corrido muchos otros) la indignación amortigua o anuncia una ira colectiva de alcance insospechado.  Pensamos que la reacción más violenta, fulminante e irracional nos asegura el triunfo en tal o cual causa, objetivo o defensa.  Pero no es así.

Sumido en estos vericuetos ya directamente filosóficos me puse a leer De la ira de Séneca, autor odiado por casi todos los docentes andaluces. No por su culpa intrínseca, sino porque a alguien se le ocurrió poner el nombre del estoico cordobés al sistema de gestión informático de la Consejería de Educación.  Por cierto, no han sido pocas las iras que ha concitado el portal de marras en ciertos días de mucho tráfico virtual.

La idea central de este librito es que la ira no es buena para el gobernante ni para el individuo.  Solo la razón y la templanza permiten el triunfo de la verdad y la justicia.  Aquí van unas citas:

-- "...en la guerra no deben ser los movimientos desordenados, sino arreglados y dóciles. ¿Qué otra cosa hizo a los Bárbaros inferiores a nosotros, cuando tienen cuerpos más robustos, más fuertes y endurecidos en los trabajos, sino es la ira, perjudicial siempre por sí misma?".

-- "Nada hay como la ira para favorecer las derrotas".


-- "No hay pasión tan ávida de venganza como la ira, y por lo tanto, en su loca precipitación, menos a propósito para vengarse".


-- "¿Qué médico se irrita contra su enfermo?"



-- "¿Qué necesidad hay de derribar la mesa, romper los vasos, darse cabezadas contra las columnas, arrancarse los cabellos, golpearse los muslos o el pecho? Considera cuánta es la violencia de esta ira, que no pudiendo desfogar sobre otro tan pronto como quisiera, se revuelve contra sí misma".

-- "Mal colocada está la espada en la mano de un iracundo".