14.3.13

Un libro y cinco comentarios

El libro:
Me lo he encontrado de pura casualidad esta misma tarde, paseando junto a una estantería de la biblioteca.  Se llama El pato y la muerte y no creo que tenga más de de quince páginas.  Unas ilustraciones sobrias, simples y efectivas adornan este cuento para niños que llega al corazón de gente de cualquier edad.

Los cinco comentarios:
1.- Al final los desahucios eran tan indecentes, tan injustos, tan carpetovetónicos, tan anacrónicos, tan... españoles como pensaba todo el mundo, excepto los banqueros.
2.- Hay nuevo presidente en China, pero ha pasado desapercibido entre el Pacoleaks y la sentencia europea sobre los desahucios.
3.- El nuevo papa ha hecho un chiste nada más salir al balcón.  Las redes, en consecuencia han hecho diez millones en veinte minutos sobre él.  También se ha hablado de nuevas tecnologías en el mismo balcón desde el que Francisco contó el chiste y dio la bendición.
4.- ¿La gaviota que se tiró toda la tarde alrededor de la chimenea de la Capilla Sixtina era un símbolo o vaticinio ultramarino?
5.- ¿Tiene algo que ver esta gaviota con el pato del principio de esta entrada?

11.3.13

El Romanticismo y el personal

Hace unos días tuve una experiencia didáctica especialmente interesante.  Hablábamos sobre las características generales del Romanticismo, periodo incomprendido donde los haya.  El respetable de hoy en día se piensa que los románticos fueron unos poetas más o menos pálidos, sumidos todo el día en penas de amor sin consuelo, que empezaban sus autoelegías con exclamativos como "oh" o "ah".  La vertiente antisocial y revolucionaria de Byron, Espronceda o Hölderlin queda eclipsada por los suaves lamentos becquerianos y acaba creyéndose que El Corte Inglés, los bombones y el día de San Valentín son muy "románticos", cuando la actitud más propiamente romántica consistiría en vomitar dichos dulces sobre la sección de perfumes de dicho establecimiento la noche, pongamos por caso, de Halloween.
Otra de las ideas que expliqué fue la de la inspiración, la del trance creativo, contrario a la racionalidad y al trabajo sistemático.  También salió a relucir el tema de la naturaleza, su gusto por las tormentas, los rayos, truenos, centellas y tempestades, que reflejaban a la perfección el alma atormentada de aquellos desengañados de la vida.  Y ahí estuvo el momento del que quería hablarles.  Escribí la palabra "tormenta" y mientras la cal se quedaba atrapada en la pizarra, caí en la etimología del adjetivo.   Les dije a mis alumnos:
--He aquí un ejemplo de análisis etimológico del máximo interés: de "tormenta", "atormentado".
Pero olvidé comentarles lo más interesante del asunto.  Esta "inspiración" me vino en medio del trabajo monótono, racional e interesado del funcionario profesor.  No mirando un atardecer inspirador, ni oyendo un piano o una campana en la lejanía, ni paseando por una ameno prado, ni junto a una cascada atronadora.  Como dijo Picasso, cuando llega la inspiración, siempre nos pilla trabajando.
Este es, en mi opinión, uno de los grandes daños que ha hecho el Romanticismo en la psique moderna: hacer creer a todo el mundo que solo los elegidos, los vates, los profetas, los poseídos, los poetas de luengas cabelleras y amores contrariados, los que huelen a almendras amargas según García Márquez, están en posesión del don de la creatividad.  Los demás somos meros mortales, burgueses, proletarios, asalariados, funcionarios, trabajadores por cuenta ajena, enajenados de lo sagrado, de lo divino, a los que solo nos resta sobre/malvivir, transitar sin pena ni gloria por este plano mundo de la chata realidad.  No como ellos, que retaban a los muertos y a los maridos y vivían deprisa, dejando tras sí un bonito cadáver.
Es misión del docente hacer ver/creer a los que caen bajo su tutela que la creatividad no solo no es exclusiva de los grandes genios que en el mundo han sido, sino que es casi una obligación, un instrumento que nos permite ir encontrando soluciones a los múltiples dilemas y encrucijadas que la vida nos coloca por delante.  No se trata de mirar al techo para escribir un soneto, se trata de hablar, pedir consejo, leer, informarse... para sacar dinero de debajo de las piedras, aprobar exámenes o, también por qué no, conquistar el corazón de una dama o un caballero, según el gusto de cada cual o cada cuala.

Ya es 11 de marzo en España

Thomas Hobbes.
Aquella mañana de 2004, como tantos, iba en coche al trabajo.  Al principio parecía otra cosa, un suceso aislado, leve y fortuito.  Luego fueron encajando los datos, la peores sospechas, las confirmaciones y todo acabó siendo lo que fue, una de las tragedias más sangrientas que ha sufrido España desde la Guerra Civil.
De la estupefacción se pasó al dolor, del dolor a la rabia, de la rabia al cabreo.  De inmediato gran parte de la población relacionó el atentado con la participación española en la guerra de Irak.  El gobierno no.  Y entonces comenzó uno de los episodios más patéticos y desesperados de desinformación desde que Fernado VII prometió seguir la senda constitucional.
Hubo cambio político, detenciones, telegramas, cintas de la Orquesta Mondragón, pisos francos explotando, conspiraciones mediáticas...
En Japón fueron víctimas de la naturaleza.  En España fuimos víctimas del ser humano.  Otra cosa es que nuestra naturaleza sea intrínsecamente violenta. Dígalo Hobbes o quien lo sepa.
Tiempos para no olvidar y tampoco recordar con demasiado ahínco.

10.3.13

Ya es 11 de marzo en Japón


Sé que lo japoneses son más de trabajar que de lamentarse y que no les gusta mucho que se compadezcan de ellos y ni recrearse con sus desgracias, que las han sufrido, y en una magnitud poco común en otros países.
Yo estaba el 11 de marzo de 2011 en Japón, pero el 12 ya estaba de vuelta en España.  Todas las personas con las que me encontraba me decían lo mismo, que me había escapado por los pelos.  Algo así como que el avión despegó mientras las olas invadían la pista.  Como ya conté en su momento, no ocurrió nada de eso.  En el aeropuerto de Osaka, a esas horas de la noche no había un idea clara de lo que acababa de pasar.  Un grupo de estudiantes y yo mirábamos la televisión un poco incrédulos, un poco con mala conciencia.  Supongo que muchos pensaron (yo lo hice) que parecía que estábamos huyendo del país como las ratas antes del naufragio.
En agosto del aquel mismo año pasamos por la provincia de Fukushima en el shinkansen (tren bala) camino de la hermosa Matsushima.  Allí pudimos comprobar los efectos del tsunami, a pesar de que las miles de islas de la bahía habían atenuado el efecto devastador que todos hemos visto en otras partes.  El viaje tuvo ese motivo solidario y no íbamos descaminados.  Al llegar a la estación un encargado de la oficina de turismo nos contó que éramos los primeros extranjeros que llegaban a la ciudad esa semana, en pleno verano.
El 13 de marzo encontré bajo la almohada una camiseta con el famoso cuadro de la gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai.  Con motivo de aquel serendípico hallazgo escribí una entrada en el blog, que, por razones que todavía no alcanzo a comprender, se ha convertido en la más leída de estos cinco años.
Sirvan estas palabras para mandar mi solidaridad con todos los japoneses, en especial con los que más sufrieron y siguen sufriendo la desgracia de aquella inmensa fuerza de la naturaleza.  Es lo menos que puedo hacer por un país que me ha enseñado y dado tanto a cambio de nada.

6.3.13

Regreso a los orígenes

Dado el nivel tecnológico y moral de nuestro país, el teatro ha resultado ser más rentable que el cine, ya que nadie, por mucha fibra óptica que pague, conseguirá bajarse nunca ni un segundo de teatro.
Parece que la crisis (otra palabra de origen griego) ha motivado que el público prefiera invertir sus parcos presupuestos de ocio en espectáculos reales (léase no-virtuales), tales como conciertos, cenas, partidos de fútbol o representaciones teatrales.
Por otra parte, con tanto insistir en el 3D, ya se estaba viendo venir que el teatro no era pasado del cine, sino su futuro.  Solo le faltaba solo el olor y el contacto físico.
No extraña pues que al final, según se lee en esta noticia. un multicines de Málaga capital acabe por reciclar unas de sus salas cinematográficas.

5.3.13

Unos minutos de publicidad

No teman, no voy a intentar venderles ninguno de mis, por otro parte ya casi agotados, libros.  Quiero hacerles partícipes de que este jueves (7-3-2013) por fin podremos ver al actor conocido como Monti Cruz en la serie Cuéntame de la 1 de TVE.
La noticia es conocida por muchos desde hace tiempo, desde que fue a Madrid en dos ocasiones a probarse la prótesis del ojo de cristal que lucirá en el papel de patriarca de los Alcántara.  En este anuncio, que muchos ya conocen también, se le puede ver un fragmento de segundo encendiendo un cigarro con un mechero de los antiguos, de los de yesca.
Este actor, que viene siendo mi hermano desde su más tierna infancia, se subió por primera vez a la tablas al calor de las actividades culturales que se movían en el Instituto Sierra Bermeja de Málaga allá por los últimos ochenta, donde también estudió el actor Antonio de la Torre.  Tras finalizar Arte Dramático en Málaga saltó al mundo profesional, donde ha ido compaginando el teatro (La venganza de don Mendo, El carro, Lo que queda de nosotros...), la danza contemporánea (Catinga), el cine (El camino de los ingleses, Júpiter, El ambidiestro, Escamas de caballa...), y la televisión (Luna, La dársena de Poniente, Arrayán...).
Debido a que en un momento de su carrera corría el peligro de que lo encasillaran en el papel de delincuente, chusma o quinqui, yo escribí (y luego me atrevía a dirigir) el guion de un cortometraje (Ese maldito yo) que pretendió ser al mismo tiempo un homenaje y una reivindicación de su profesionalidad.
La de actor y actriz es una profesión dura y ciclotímica.  Desde el aplauso y la ovación los cómicos (y no les cuento los trágicos) pueden precipitarse en el olvido y el menosprecio.  Por eso y porque son capaces de olvidar sus propias vidas para dárselas a nuestros sueños, nuestros temores y nuestras miserias, tragándose malas críticas y miles de kilómetros de carretera, se merecen todo mi respeto, un respeto que va más allá de la fascinación por el glamour o la fama, más o menos puntuales y/o perecederos.
Así pues, ya lo saben, este jueves en directo y luego en la web de TVE, el padre de los Alcántara regresa para mirarnos con su ojo de cristal desde ese pasado de España que está todavía a medio enterrar.


3.3.13

El papa y yo

Ignacio Ellacuría yace muerto tras el atentado de 1989.

La primera vez que supe del cardenal Joseph A. Ratzinger fue durante un coloquio celebrado en Málaga sobre comunismo y cristianismo, allá por el principio de los ochenta.  Los contertulios, entre los que estaba Ignacio Ellacuría, se despacharon a gusto con el Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, que todos llamaban sin remilgos la Inquisición.  Yo, que apenas acababa de salir de la niñez, aquel apellido alemán solo me traía a la memoria un robot japonés que llenaba parte de nuestras tardes de ocio sabático.  Después de aquellas intervenciones me lo imaginaba como una especie de martillo de la fe, aplastando herejes rojos sudamericanos de la teología de la liberación.
Años más tarde, cuando oí su nombre después del "eminentissimum ac reverendissimum", me puse muy nervioso.  Me imaginaba que entrábamos en una especie de Edad Media posmoderna y que la Iglesia perdería ya totalmente la comba del tiempo.
Sin querer dármelas de teólogo, hay que recordar que las intervenciones de Benedicto XVI han ido en esta línea (intentar recuperar a los ultrarradicales de Lefebvre, preponderancia del catolicismo sobre otras iglesias cristianas, luchar contra el relativismo...).  Quiso poner un poco de orden en las tramas de poder vaticanas y en los escándalos de pederastia, pero no pudo.  Las reformas más simpáticas suyas van referidas a la mula, al buey y a los desorientalizados reyes magos, a los que ahora les pega más que se les canten fandangos.
Lo que sí me parece destacable es la renuncia.  Lo entiendo como un rasgo de humanidad que dignifica al hombre y mejora la institución de cara a la opinión pública general.  Tan extraña me ha parecido su salida como su entrada.
Me da la sensación de que los papas van intercalados. Uno de largo recorrido (Pablo VI) y otro brevissimum ac misteriosissimum (Juan Pablo I); Juan Pablo II y este teólogo exquisito.
¿Dará la Iglesia el salto "mortal" de elegir a un extraeuropeo como vicario de Cristo?   El primer papa lo era.  Y judío para más INRI. Y casado. En Mateo 8:14 sale hasta su suegra.

G 98

Recuerdo que hace unos años tenía serios problemas para hacer llegar al alumnado las ideas de la llamada Generación del 98.  Aquellos jóvenes vivían su burbuja histórica particular, cayendo sin fin por el tobogán del consumismo, atestados de móviles, hormonas y videojuegos.
Cuando les decía que Machado criticaba la charanga y la pandereta, pensaban que les estaba hablando en chino.
--¿La charanga, la pandereta? ¿Y eso qué malo tiene? Carpe diem, pájaro de mal agüero --coreaban.
Cuando les contaba que España es una deformación grotesca de la civilización europea, miraban por la ventana y veían llegar aviones repletos de turistas, que sobrevolaban las miles de grúas que nos daban de comer.
--¿De qué está hablando este tío? --murmuraban entre ellos.
--¿Quién yo?
--No, ese ciego de los bohemios y los espejos cóncavos. ¿Es que está fumado?
--Puede, pero os puedo asegurar que Max Estrella no tenía un pelo de loco ni de tonto.
Por suerte (para mí y para ellos) siempre sonaba la sirena y todos corrían hacia el placer fácil, hacia los trabajos bien pagados y mal cualificados, como Ulises, pero desatados.
Aquello era una conversación de besugos, un diálogo de sordos.  Yo, advirtiéndoles de la decadencia de España, de su papel de segundón en Europa y tercerón en el mundo.  Ellos, jaleando en la grada a Induráin, a Almodóvar y a nuestros eximios futbolistas.
Para nuestra desgracia, al final yo llevaba razón y la España de los aeropuertos y los pelotazos, del palustre de oro y la comisión de platino, del asesor de los sobres y el gilismo sin tasa, pasó.  Y al retirarse sus aguas dejó tras sí un paisaje devastado de paro, perplejidad y recortes.  Ya no parecía tan descabellado el ruedo ibérico valleinclanesco, ni la profética voz de don Antonio.
Es como si todo el siglo XX hubiera pasado en vano.  Ni la guerra, ni la posguerra, ni el desarrollismo, ni la transición, ni la expo, ni Nadal, ni los óscares, ni los nóbeles, ni las copas de Europa...  No hemos aprendido casi nada.  Y la tarde que hundan nuestra flota frente a Santiago de Cuba volveremos a irnos a los toros tan tranquilos.
Seguimos creyendo que nos lo merecemos todo por la gracia de los dioses.
España necesita, una vez más, reiniciarse y nada mejor que volver la vista a los hombres del 98, que (unos más, otros menos) soñaron con una España más despierta, más alerta y menos crédula y autocomplaciente.

        Nuestro español bosteza.
        ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
        Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
        El vacío es más bien en la cabeza.

                        Antonio Machado

1.3.13

Solo para frikis (y/o) escritores

Por razones más o menos azarosas (o sea, que apenas son razones), he sacado de las estanterías Ejercicios de estilo de Raymond Queneau.  Para quien no lo conozca, se trata de un relato de menos de una página en el que el protagonista pasea anodinamente por París.  Lo curioso del asunto es que dicho relato se repite ¡99 veces! con diversos estilos narrativos y lingüísticos.  Así, por ejemplo, se narra en estilo vulgar, en estilo pasota (que son distintos), en estilo filosófico, en el de una carta oficial, hacia atrás, en forma de oda, como un tanka japonés, en estilo de telegrama, en latín macarrónico, con forma de soneto... Una fuente inagotable para escritores y profesores de lengua y literatura, para logofílicos en fin.
El resto de la obra de Queneau lo conozco por referencias, pero me he propuesto hacerme con ella y empezar a explorar a este surrealista que intentó hacer una enciclopedia de las ciencias inexactas, recopilando disparates de hombres de ciencias a lo largo de la historia, y que escribió una autobiografía en verso.  En 1960 fundó junto con François le Lionnais "Oulipo" (taller de literatura potencial), que proponía aplicar procedimientos aritméticos, matemáticos e informáticos a la creación de obras literarias, sobrepasando las convenciones tradicionales de inspiración, métrica, capítulos o unidades aristotélicas del teatro.  Algunas de las técnicas que crearon se aplican en talleres de creación literaria y clases de lengua.  Una de las más conocidas es la llamada S+7.  Se coge un texto dado y se sustituye cada sustantivo por el séptimo que aparezca en el diccionario a partir del que se sustituya.  El principio de esta entrada que está usted leyendo quedaría de esta guisa:

"Por reajustes más o menos azarosos (o sea, que apenas son reajustes), he sacado de las estatalizaciones Eslatómetros de estímulo de Raymond Queneau.  Para quien no lo conozca, se trata de un relicario de menos de un pairo en el que la prótesis pasea anodinamente por París".

Sentido no tiene, pero gracia o capacidad de sugerencia no le pueden negar a eso de que una prótesis se pasee anodinamente por París.  Y esto conecta con algunas de las técnicas aplicables a la vida real que explica Edward de Bono en Creatividad.

Raymond Queneau en un fotomatón.