31.1.11

Romper con el pasado


A veces romper con el pasado conlleva destrozar las vitrinas de los museos.
¿Estamos dispuestos a aceptar como turistas globalizados en potencia que la gente de los países pobres se cabree y rompa un par de jarrones?
¿Tienen derecho los pueblos oprimidos/reprimidos sobre cosas que en realidad son patrimonio de la Humanidad?
En Europa arrasamos Dresde, Berlín y Londres en nombre de la democracia, el comunismo y el nazismo.
Los turcos y los venencianos destrozaron el Partenón en un toma y daca de artillería.
En España la emprendimos a patadas y hogueras con las tallas religiosas barrocas en nombre la internacional obrera/anarquista.
Cada equis tiempo un constructor listillo vuelca, con nocturnidad y alevosía, un camión de cemento armado sobre una necrópolis musulmana en pleno centro de nuestras ciudades.
¿Se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos?

29.1.11

Internet y pensamiento


¿Está cambiando o va a cambiar la red nuestra forma de pensar, de aprender, de actuar, de sentir y amar incluso?
La multitarea, los hipervínculos, la caducidad vertiginosa de la información y el asedio publicitario pueden provocar que abandonemos la privacidad, la concentración y las relaciones humanas tal y como las conocemos hoy día.
¿Será malo? ¿Será bueno? ¿Será uno más de los muchos cambios que ha sufrido la especie humana desde que se descolgó de los árboles y se puso bajo ellos a comer manzanas prohibidas? Díganlo los adivinos de los 900. He aquí el sesudo artículo que ha provocado esta entrada.
Extensión, frente a intensidad; excitación frente a serenidad; cantidad frente a ¿calidad? Esto último es lo que más me inquieta: que creamos que antes recibíamos menos cantidad de información, pero de mayor calidad. Es decir, que cuando nos adoctrinaban con la patria y la curia, nos contaban cuatro cuentos de lobos, niñas y abuelitas, pues todo eso era la gran verdad y déjense de más zarandajas extranjeras, extrañas o ambas cosas.
Mucho me temo que estemos condenado a seguir buscando la verdad en el bosque digital, como antes la buscamos en los libros, las revistas, las conferencias, los púlpitos, las aulas, los reportajes o los amigos. Y más me temo (¿me temo?) que nunca la encontraremos, para así poder seguir buscando ad nauseam, ad libitum y ad calendas graecas.

28.1.11

El poder de la palabra


Una palabra basta para sanar, como dice el Evangelio. Por otro lado hay palabras que matan. La sentencia inapelable del emperador, el no del amante o la delación del espía pueden provocar el ajusticiamiento, la depresión o el asesinato. Ahora existe una nueva versión de la palabra homicida: un terrorista muere al recibir un SMS el teléfono al que estaba conectada una bomba. ¿Quién dijo que el hayku, el epigrama, el twitter, el mensajillo o la soleá no eran poderosos?
Hace años leí este relato de Borges que trata el tema del poder de lo pequeño:

"En un otoño, en uno de los otoños del tiempo, las divinidades del Shinto se congregaron, no por primera vez, en Izumo. Se dice que eran ocho millones pero soy un hombre muy tímido y me sentiría un poco perdido entre tanta gente. Por lo demás, no conviene manejar cifras inconcebibles. Digamos que eran ocho, ya que el ocho es, en estas islas, de buen agüero.

Estaban tristes, pero no lo mostraban, porque los rostros de las divinidades son kanjis que no se dejan descifrar. En la verde cumbre de un cerro se sentaron en rueda. Desde su firmamento o desde una piedra o un copo de nieve habían vigilado a los hombres. Una de las divinidades dijo:

Hace muchos días, o muchos siglos, nos reunimos aquí para crear el Japón y el mundo. Las aguas, los peces, los siete colores del arco, las generaciones de las plantas y de los animales, nos han salido bien. Para que tantas cosas no los abrumaran, les dimos a los hombres la sucesión, el día plural y la noche una. Les otorgamos asimismo el don de ensayar algunas variaciones. La abeja sigue repitiendo colmenas; el hombre ha imaginado instrumentos: el arado, la llave, el calidoscopio. También ha imaginado la espada y el arte de la guerra. Acaba de imaginar un arma invisible que puede ser el fin de la historia. Antes que ocurra ese hecho insensato, borremos a los hombres.

Se quedaron pensando. Otra divinidad dijo sin apuro:

Es verdad. Han imaginado esa cosa atroz, pero también hay ésta, que cabe en el espacio que abarcan sus diecisiete sílabas.

Las entonó. Estaban en un idioma desconocido y no pude entenderlas.

La divinidad mayor sentenció:

Que los hombres perduren.

Así, por obra de un haiku, la especie humana se salvó".

22.1.11

Cambio o fuga


En una interesante entrevista de Punset a un botánico italiano se llegó a la conclusión de que las plantas tenían inteligencia, pero que sus reacciones eran muy distintas a las de los animales. Ante un peligro (o una ganancia) el animal se mueve (huye del depredador, corre tras la presa, tras los pastos, hacia el agua...). Las plantas también realizan pequeños movimientos (hacia el sol con sus hojas y flores, hacia el agua con sus raíces, hacia las moscas las carnívoras...), pero mayoritariamente lo que hacen es quedarse donde están y adaptarse al medio. Son capaces de cambiar su química interna y generar toxinas que impidan que se las coman los herbívoros. También suelen timar a las abejas y mariposas para que extiendan su polen. Se piensa que incluso nos han embaucado a la humanidad para que dispersemos sus frutos y semillas por todo el mundo.
Hay seres humanos que optan por moverse para buscar o escapar. Otros se adaptan al medio y cambian su fisonomía y/o comportamiento. Hay seres humanos con la ética de los ñúes y seres humanos que viven como orquídeas.
Tanto mérito tuvo Helena cuando se lio la túnica a la cabeza y se largó a Troya con Paris porque no podía soportar a su Menelao, como Penélope quedándose en Ítaca y engañando (dos que duermen en el mismo colchón...) a los pretendientes con el truco del tejido infinito.


Libro recomendado













El hombre de Troya (autobiografía), Heinrich Schliemann
Este librito no es propiamente una autobiografía, sino retazos de diarios y textos varios publicados por Schliemann e hilvanados por su mujer Sophia y por Adolf Brückner.
La vida de este hombre es de las que merecen ser vividas. Apostó a un caballo y ganó. Desde que siendo niño vio un dibujo de Eneas sacando a hombros a su padre de la ardiente Troya, Heinrich se prometió a sí mismo descubrir esa misteriosa ciudad que había descrito Homero en la Ilíada. Y lo consiguió. De camino encontró los tesoros de Micenas y desenterró a los reyes que probablemente lucharon en Troya.
Durante mucho tiempo se difundió la imagen de un Schliemann obsesionado, autodidacta y poco serio desde el punto de vista de los serios profesores de las serias universidades prusianas o francesas. Llegaron a rebatir sus descubrimientos sin poner un pie en Turquía.
Obsesionado sí, autodidacta también, pero conforme avanzaba en las excavaciones fue más y más profesional y se hizo rodear de "verdaderos" profesionales que corroboraban sus hallazgos.
No podía ser un loco sin fundamento quien se había hecho millonario comerciando con índigo y té, quien aprendía una lengua en seis semanas (la mayoría de las veces sin profesor) y tenía contactos diplomáticos por todo el mundo, que le facilitaron los permisos de las autoridades de Estambul para excavar en Hisarlick.
Ni que decir tiene que en el libro no se trata ningún aspecto negativo del personaje, como corresponde a una cuasi hagiografía de este tipo.
No obstante, lo que más me interesa es que Schliemann es un caso curioso de obcecación y testarudez constructivas, de romanticismo científico, que rebate la idea horaciana del aurea mediocritas. Una especie de Alonso Quijano, pero alemán. Ambos partieron desde la literatura hacia la realidad. El uno descubrió Troya, el otro nos descubrió a nosotros mismos.
Y es que quien no se moja, no coge peces. O, en otras palabras: hay que lanzarse a la vida, aunque los gigantes sean molinos o arda Troya.

21.1.11

Aquel viejo anagrama


Cuando yo era joven y barroco (ahora soy maduro y neoclásico), gustaba mucho de leer a los autores de los llamados Siglos de Oro. Me emboscaba en los laberintos verbales de Góngora (nunca encontré al Minotauro, ni la salida). Me leí de cabo a rabo la poesía completa de aquel espía cojo llamado Francisco de Quevedo. Comenté mentalmente hasta la saciedad (luego de profe a la sociedad) el Quijote. Me deleitaba con la pirotecnia léxica de Gracián o con los amores contrariados de Garcilaso, que no olían a almendras amargas, como los de García Márquez, sino a hierro toledano y a pastorcillos fluviales.
En aquellos años aprendí el anagrama ROMA-AMOR, que reflejaba la bipolaridad o esquizofrenia de la Urbe, medio Ciudad Santa, medio Lupanar cenagoso.
Y por lo que se oye/ve, la cosa (nostra) sigue igual, con el rijoso Cavalieri en un lado de la balanza y el ascético Ratzinger en el otro.
Pocas ciudades en el mundo han sido capaces de albergar tanto pecado y tanta penitencia, tanto arte y tantos atascos, tanto paparazzi y tantos capiteles, tanta vespa y tanto avispado.
Shelley se equivocó. No somos griegos. Todos somos romanos, porque esa ciudad es la materialización de la intrínseca paradoja humana, en lucha constante entre el bien y el mal.
Y no seré yo el que aclare cuál es uno u otro.

20.1.11

Antología de datos más o menos curiosos


En el móvil que me "regalaron" al cambiar de operadora hay una aplicación que te proporciona una lista de cinco mil datos o curiosidades de muy diverso pelaje. Aquí les presento una selección de las más "interesantes". Ni que decir tiene que esta información no está contrastada, "referenciada", ni nada de nada. A ver si alguien que sepa algo sobre estos temas, los aclara, matiza, ratifica o desmiente:
1.- La gente inteligente tiene más zinc y cobre en el pelo.
2.- La mayoría de los lápices de labios contienen escamas de peces.
3.- En 2004 el escritor francés Michel Thaler publicó la novela Le Train de Nulle Part, en la que no se puede encontrar ningún verbo.
4.- Uno de cada cuatro norteamericanos ha aparecido en televisión.
5.- El médico de la madre de Adolf Hitler le recomendó seriamente que abortara.
6.- Los lirios son venenosos para los gatos.
7.- 2 500 zurdos mueren cada año al usar objetos diseñados para diestros.
8.- Entre los ancianos la vainilla es el olor más erótico.
9.- Una libra de patatas fritas de sobre cuesta 200 veces más que una libra de patatas recién cogidas del campo.
10.- El ideograma chino para designar la idea de "problema" representa a dos mujeres debajo del mismo techo.
11.- Las ratas pueden diferencias distintas lenguas de los seres humanos.
12.- La mayoría del polvo de las casas está formado por células muertas de la piel.

(en la foto Klara Pölzl, madre de Adolf Hitler)


19.1.11

La creación


No, no voy a hablarles del Génesis, sino de la SGAE. Ni siquiera lo haré yo, que lo haga el gran José A. Pérez.
Pinchen aquí.

16.1.11

Libro recomendado


Cuentos orientales, Marguerite Yourcenar.

Este era uno de los muchos libros que andaban por las estanterías de la casa, oculto entre la multitud. Un día estaba limpiando el polvo y reparé en él. De pronto recordé que mis compañeros del instituto que estudiaban francés lo paseaban por el centro. Nosotros, que yo recuerde, nunca leímos nada de literatura inglesa ni norteamericana.
Las memorias de Adriano me han costado un par de encontronazos con lectores que no la soportan. Para mí es un libro de culto que he leído varias veces. Y estos cuentos no defraudan a los seguidores de la Yourcenar. En sus páginas hay tanta poesía, tanta sabiduría embutidas en una prosa (y una traducción) tan cuidadada y exquisita, que de pronto ha entrado en el Olimpo de mis libros de cabecera. Especialmente emocionante ha sido toparme con el príncipe Genji del Genji monogatari, cuyo museo visité el invierno pasado en Uji.
Feliz hallazgo. Ya se sabe que el que barre (o pasa el plumero) se queda con lo que encuentra.

Reseña teatral (Els Joglars, 2036 Omena-G)


Pues allá que nos fuimos una panda de gente a ver la última de Els Joglars, (2036 Omena-G). El sarcasmo, la guasa, la crítica sociopolítica y la profesionalidad actoral estaban garantizadas. Reparten puyas a diestro y siniestro, centrándose esta vez en la izquierda combativa: Pilar Bardem, Willy Toledo y otros de esa cuerda reciben estopa junto a, como no podría ser de otra forma, Zapatero, La Caixa o Jordi Pujol. Ahora bien, quien tanto critica tiene que estar preparado para recibir críticas. Y es que noté en algunos momentos (muy pocos) cierta falta de ritmo que hace que quizás le sobren diez o doce minutos a la obra.
Lo que pasa es que el final es tan, tan, tan bueno, tan simbólico, tan espectacular, tan trascendente, que hace olvidar esos pequeños bajones. Veredicto global: muy recomendable.

Nuevos artículos de Paralelo 36º


Debido a las vacaciones de Navidad se han acumulado dos entradas de Paralelo 36º.
La primera es una especie de relato que publiqué hace unos años en una revista sueca. En él hago un repaso a la manera realista del trabajo cotidiano de un jefe de estudios. Algunas cosas ya funcionan de manera distinta, pero la esencia estresante es la misma.
En la segunda (primera que aparece) hablo de tres "leyendas del tiempo" (la obra de teatro, el disco y la película).

13.1.11

Cosmos y basura


Acabo de volver de tirar la basura.
Nada más salir del portal alzo la vista hacia el este y me encuentro con el enorme Orión observándome impertérrito cómo sostengo la bolsa en el escalón. Miro más hacia abajo y ya se ve Sirius como si fuera un avión enfilando demasiado tiempo la pista del aeropuerto y que quisiera darles la noche a los pobres controladores. Arriba, media luna y un poco más hacia el oeste, Júpiter, brillando casi solo gracias al cegamiento que nos causan nuestras queridas farolas anaranjadas.
Un espectáculo grandioso que contrasta con la sucia monotonía de bajar la basura.
Aunque, bien pensado, el ciclo regular de las constelaciones, el aparentemente anárquico de los planetas y el obligado desprendimiento de los residuos sólidos urbanos no dejan de ser ciclos, ritmos del universo, como nacer, morir, tal vez dormir, pagar los recibos de la luz o ir al Mercadona.

9.1.11

Novela recomendada


El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, Haruki Murakami.

Tras el leve barniz de una trama de ciencia-ficción no muy futurística, Murakami aborda en dos historias paralelas el tema crucial de la conciencia, de la virtualidad de la realidad y de los sentimientos humanos. Una intriga bien montada con algunos momentos un poco inverosímiles, compensados con diálogos brillantes y profundos y descripciones memorables.
En mi ranking personal de las novelas de Murakami ésta se encuentra por debajo de Tokio blues y por encima de Kafka en la orilla.

7.1.11

Mineros


No sabemos lo que tenemos. Tenemos luz y agua en las casas. Tenemos vacaciones. Muchos (no todos, ahora menos) tenemos trabajo. Tenemos algo parecido a la salud, pero tenemos médicos que más tarde o más temprano casi siempre acaban curándonos.
Veo un reportaje sobre los mineros de Almadén y me dan risa y/o vergüenza propia nuestras quejas porque el ADSL no va a la velocidad que hemos contratado, porque no pudimos ir en el puente de la Constitución a Punta Cana, porque suben el IVA, porque bajan los sueldos...
Imaginen por un momento estar a cien o doscientos metros de profundidad durante diez horas, a lo largo de veinte años, inhalando el polvo del cinabrio, sudando y temiendo.
Es cierto que nosotros también tenemos nuestras minas y nuestros quebrantos. Están cavadas y apuntaladas con perplejidades y cabreos, conciencia e impotencia, deudas, errores y otros socavones del alma.
A veces bajamos (o nos precipitamos sin querer) a nuestros propios pozos. Paseamos por las galerías de nuestro ser. Tocamos las paredes de nuestra desdicha. Picamos sin mucha convicción en nuestras virtudes, esperando encontrar una veta de oro, carbón, coltán o diamante. Palpamos las lágrimas que destilan los maderos apulgarados. Notamos en el rostro el aire frío y viciado de nuestros arrepentimentos. Gritamos un nombre para ver si nos lo devuelva el eco, pero se lo queda y lo embosca en un laberinto sin héroe, hilo ni toros mutantes.
Al rato notamos que se acaba el aceite de la lamparilla y vemos un canario agonizando en una jaula. Es hora de salir. Miramos hacia arriba y vemos un punto de luz. Nos alzan. La luz se va haciendo más grande. Parece un círculo pero a medida que ascendemos cambia de forma. Al fin la reconocemos. Estamos salvados: es la televisión.
Continúa el reportaje sobre los mineros.

5.1.11

Vídeo clarificador y aterrador al mismo tiempo

Sin comentarios:

Quiasmos fiesteros

Cuando somos niños nos gusta la Noche de los ancianos Reyes Magos.

Cuando somos jóvenes nos gusta la Nochevieja.

Cuando somos viejos y estamos normalmente malos, nos gusta la Nochebuena.

4.1.11

Película recomendada por razones extracinematográficas


Hay películas que nos hacen concienciarnos sobre asuntos muy duros, sobre injusticias indiscutibles, sobre polémicas olvidadas, sobre cuestiones trascendentales... pero sucede a menudo que tales problemas, tales trifulcas y avatares nos pillan un poco lejos en el tiempo y/o en el espacio. La película que vi anoche (Noise, dir. Henry Bean) trata de un drama más cercano pero más imperceptible por lo asiduo, consabido y familiar: el ruido. No se trata de una grandísima obra por sus efectos especiales, ni por su sintaxis. Los actores principales están bien (Tim Robbins, Margarita Levieva, William Hurt). Como digo, nada del otro jueves. Lo interesante radica en que trata un tema que tenemos delante de nuestras narices/oídos y que no abordamos por miedo, desidia o incivismo pasivo. Cuando el protagonista empieza a actuar contra las alarmas de los coches de Nueva York, un juez lo acusa de "quijotismo". Vaya, a ver si el viejo loco de la escupidera en la cabeza va a resultar beneficioso para nuestra salud.
Ahora que corren tiempos de prohibiciones olfativorespiratorias, a lo mejor vendrían bien algunas restricciones acústicas. Luchemos por el silencio, o al menos, por la ausencia de ruidos. Bajémosle los decibelios a nuestra vida cotidiana. Ya lo dijo Confucio: "El silencio es el único amigo que jamás traiciona".

3.1.11

Sobre leer y otros mitos


Por fin se le va viendo la punta al manido tema de las tecnologías contra la cultura, los libros contra las maquinitas, los chats contra Galdós...
El último estudio de Pisa apunta hacia una conclusión previsible, pero que muchos no querían asimilar: los jóvenes que usan Internet para comunicarse, leer, buscar información, etc. leen mejor que los demás, sean estos quienes sean (jóvenes sin acceso a la red, jóvenes sin acceso a la cultura). Este dato se acompaña con que el 60% de los jóvenes de 15 años leen por placer a diario.
Si hubieran existido estos estudios hace veinte o treinta años no quiero ni pensar qué resultados hubieran o hubiesen arrojado.
Termino con una cita de Juan Mata, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Granada:
"No parece haber evidencias científicas de que el tiempo dedicado a navegar por Internet o a chatear con los amigos sea un tiempo sustraído a la lectura por placer".
Ahí queda eso.