12.8.12

Hanabi en Uji

"Hanabi" significa literalmente fuego de flor o flor de fuego y se traduce como "fuegos artificiales". En verano se suceden estos espectáculos, que son más una feria multitudinaria de un solo día. En 2008 estuvimos en unos de Tokio con casi un millón de personas sentada en el suelo. Hace unos días fue el de Uji, ciudad
cercana a Kioto, en la que estuvimos hace dos años por Navidades. Aquí les dejo una larga colección de fotos antropológicas:
Pepinos crudos en agua levementa salada.

Organización de masas en la entrada de la estación JR de Uji.

Hanabi muy mal tomados con el móvil.

Colección de muñequitos de manga en un restaurante de la estación.

Móvil y kimono en el tren.

Kimonos en el andén.

Banco japonés.

Puesto de pescado ahumado.
a

Restaurante de los muñequitos manga.

Puesto de carnes.

Yakitoris o pinchitos japoneses.

Paseo de modelos de kimonos en el tren.

Puesto de bebidas.

Detalle de los pescados anteriormente citados.

Niño hipercansado.

Limpieza en directo.

Cartel de hanabi de Uji.

5.8.12

Un robo

Prometeo era un titán que les robó el fuego a los dioses y Prometheus (de Ridley Scott) es una película que me acaba de robar siete euros. Bueno, dejémoslos en cuatro, porque no es lo que se dice un bodrio integral, pero sí lo suficientemente inverosímil y previsible como para sentirme levemente estafado.  Uno va a ver películas de ciencia ficción para evadirse y sorprenderse con realidades alternativas, pero cuando en los tráilers y reseñas ya te han contado tres cuartas partes del argumento y empiezas a ver escenitas de persecuciones en las que el bueno se salva en el último metro, pues resulta todo tan consabido que no queda lugar para la sorpresa y la maravilla.
Por supuesto que hay dos o tres momentos buenos, incluso guiños a Mars attacks y, por supuesto, a Alien (de la que se dice que es una "precuela" (menudo monstruo se ha colado en la nave de nuestra lengua)) y 2001, una odisea del espacio, en los aspectos estéticos, pero al final queda un cierto regusto a timo-ficción.  
El final abierto es una amenaza de segunda parte, la cual, como ustedes comprenderán, me abstendré de ver aunque se titule Furia de titanes o Alien versus tedium.


Atlas observa. mientras aguanta el mundo y una serpiente le pica en un riñón,
cómo el águila le devora el hígado al ladronzuelo de Prometeo.
Sello griego de 4,5 dracmas, que no sé cuántos euros serían entonces,
antes de que pasara lo que pasó.

3.8.12

Arbitristas

Hay un episodio de El Buscón de Quevedo en el que aparece un personaje, como todos los que pasean por aquellas páginas, patético y deformado, el arbitrista.  El ultraconservador autor de esa novelita picaresca se ríe de un tipo de persona que abundó por aquellas fechas de lujo y miseria, de hambre y grandeza (¿les suena?).
Los arbitristas eran algo así como tertulianos radiofónicos actuales, que mandaban cartas al rey para resolver los más diversos problemas en los que andaba metida España, a pesar de ser un imperio donde nunca se ponía el sol. Unos propusieron acabar con el cerco de la ciudad portuaria de Ostende secando el mar con esponjas, otros, recortar las mangas de las camisas para hacer velas, o promulgar una ley para prohibir a los piratas asaltar los galeones de su majestad, y así unas cuantas más.  También los hubo menos estrafalarios, que hablaban de no malgastar en guerras de religión o familia y en festejos taurinos o de otro jaez. de acometer el regadío de los campos, de la repoblación del campo con inmigrantes, de manufacturar productos hechos con nuestras materias primas (la lana, sobre todo) en lugar de comprarlos en Flandes....
Pues paréceme que retornan los arbitristas y lo hacen invadiendo redes sociales y correos. Mucha gente anda descubriendo la piedra filosofal para acabar con la crisis.  Unos quieren acabar con el senado, otros, con los asesores políticos, otros, con el estado de las autonomías al completo (olvidando aquellos tiempos en los que media Andalucía o Extremadura languidecía merced a un centralismo omnipotente), otros, con el consumo de productos extranjeros (no sé si incluirán los ordenadores desde los que mandan esas propuestas, o a Google o a Facebook), otros, con los concejales (aunque los haya que no cobran ni quieran serlo), otros, con las subvenciones a los sindicatos (consabidos y antiguos compinches de Lehman Brothers) y así hasta el infinito.
Como pasaba en el siglo XVII, algunas de estas propuestas son razonables y otras no tanto. Se trata de separar el trigo de la paja, para que no se meta en ojo propio ni ajeno.

Profecía azteca

Hace unos días me tropecé con una cadena televisiva ahorradora, que repone películas generalmente deterioradas o/y olvidadas.  Así que me puse y vi algunos trozos de una discutible pero entrañable cinta de Cantinflas de 1971 llamada El profe. Es una defensa de la educación y un ataque al caciquismo, al analfabetismo, a la pereza y al alcoholismo muy inocente, pero quizá muy efectiva. Algunos de los secundarios eran actores del posterior Chapulín colorado.

Mario Moreno me resulta un personaje ambivalente, una mezcla de populismo, surrealismo, conservadurismo y deconstructivismo lingüístico que me atrae y repele a partes iguales.  Es también el maestro de los decidores vacuos como Ozores o Chiquito de la Calzada, que dicen más sin decir que otros diciendo. Hace poco la balanza se desequilibró en su contra, porque me enteré de que participó en el boicot que organizó Jorge Negrete contra mi paisano, exiliado y republicano, Miguel de Molina, cuando este anduvo por aquellas tierras de tacos y tequilas.  

Pues bien, a lo que iba, en una de las escenas de la película había que averiguar quién le había puesto una bolsa de huevos a Cantinflas en su silla para que se sentara encima.  El profesor hace un experimento de psicología social y pensamiento lateral digno de Edward de Bono.  Reparte "cerillos" (cerillas) de una caja y explica que el culpable será quien tenga el cerillo más largo.  Movido por el terror a ser descubierto, un alumno recorta el suyo y de esa manera se delata. Y entonces viene lo mejor.  El profe le pregunta: "A ver, ¿cómo te llamas?" y el niño responde "Felipe González". Menos mal que no se llamaba José Luis Rodríguez, porque entonces se convertiría en una película de culto para un cuarto de los españoles (hace dos meses eran más).

(Por cierto, acabo de leer que el ex-presidente se ha casado. Felicidades, vivan los novios, etc.)

Cantinflas dándole un tirón de orejas a Felipe González,
que parece un protagonista de Verano azul.

2.8.12

Un asunto espinoso

Tenía por ahí esta colección de fotos del jardín de cactus del Parque de la Paloma de Arroyo de la Miel.

1.8.12

Comentario de texto

No, no se asusten, que no voy a soltarles en medio del verano un esquema sobre este asunto que tan antipático le resulta a tanta gente, debido a, sin duda, nuestras fallidas estrategias didácticas.
Es peor todavía.
Lo que se me ha ocurrido (no sé por qué) es lo siguiente: en verdad o en realidad nos tiramos toda la vida haciendo un gran comentario de texto.
Pasamos horas rumiando palabras, sintagmas, oraciones: ¿Estará "bien" eso que voy a hacer? ¿Seré un "encogido" como dice mi vecina? ¿Sigo dando la tabarra a fulano porque "el que no llora no mama"? ¿Soy verdaderamente "libre" o hago lo que quieren los demás sin que me dé cuenta? ¿Es "tarde", como dice mi padre, o "temprano", como dicen mis amigas? ¿Qué dirían Humphrey Bogart, Marlon Brando, Bob Dylan o Paolo Coelho ahora mismo? ¿Me fío de este señor o voy por el camino más largo a ver a mi querida abuela?
Somos comentaristas forzosos de palabras, de discursos más o menos inoculados y consabidos, de viejos cuentos con sus moralejas, del refranero sanchopancesco, del "ya-me-lo-dijo-mi-santo-padre", de diálogos de novelas, películas o canciones que obedecemos casi sin saberlo o a sabiendas (ahí está René Girard para demostrarlo).
Somos lenguaje, personajes de un relato, de un estribillo, de una tragedia o de un ensayo que nosotros mismos escribimos día tras día, noche tras noche, sin pausa, sin estructura, sin índice, sin editor, sin oficio.
Quizá por eso dijo Buda aquello de que "la gente se atasca en las palabras como un elefante en el fango".
No sé si me explico. A lo peor es demasiada enjundia para estas calores. Ustedes perdonen. Sigan con la siesta.