Como no podría ser de otra manera, hemos cogido esta fiesta y le hemos dado un toque hispano/ibérico. Del evento de barrio más o menos infantiloide, del empacho televisivo con vivos gritando y muertos volviendo del más allá, del negocio chino vendiendo cultura popular norteamericana, hemos pasado al macro-espectáculo musical (en el que ya hay gente sacado tajada) dotado de deficientes medidas de seguridad.
Seguro que en ningún teatro en el que se haya representado el Tenorio ha habido ninguna avalancha. A lo más alguna digna señora se habrá torcido un tobillo al tropezar con la alfombra del palco.
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