A los foráneos les cuento que esta ciudad mediterránea de casi tres mil años de antigüedad se caracteriza por disfrutar de un clima benévolo, con inviernos suaves y veranos casi soportables, gracias a los vientos levantinos que moderan las temperaturas.
Ahora bien, en ciertos momentos de sus otoños y sus primaveras las lluvias dicen aquí estamos y ya todo es un desastre veneciano.
El sistema de alcantarillado nunca es suficiente. Los pequeños arroyos y ríos retoman sus cauces naturales y arrastran el paraíso del que hablaba Aleixandre.
Es el sino de Málaga, una ciudad para la cual la simbología ambivalente del agua resulta vital: la salada la salva y la dulce, la amarga.
Ahí van alguna fotos de las inundaciones de esta mañana.
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