25.11.12

A propósito de ética y estética de la imperfección

No es la primera vez que saco el tema de la imperfección, ni será la última.  Creer que alguien ha hecho algo perfecto es una soberbia ética incomparable.  Ni siquiera Dios tuvo el descaro de planteárselo.  Dotó al hombre y a la mujer de libre albedrío para que decidieran sin comerse o no la famosa manzana.  O sea, los hizo imperfectos, inmaduros, para que tuvieran un camino que andar y/o en el que tropezar.
El universo tampoco es un sendero de rosas.  Todo apunta a que anda creándose y destruyéndose a sí mismo, generando estrellas y tragándose galaxias enteras en agujeros negros supermasivos.  Lo siento, Platón, disculpen, astrólogos, pero no hay nada de perfección ni de predestinación en el movimiento de los astros.  Aquello también es una merienda de materia oscura y misterios por resolver.
Y sobre este colchón de ideas me he tumbado un tiempo a pensar y a escribir, hasta que he dado en acumular una serie de poemas deficientes, erráticos y desechables, ensamblados de forma igualmente tosca y desordenada, en la línea de Múltiplos de uno.  Un libro incompleto, parcial, discutible, deconstruido antes de ser construido y que llevará el título de A propósito.
Ando ahora en la paradójica tarea de terminarlo, es decir, de dejarlo "perfecto" para la imprenta.  Lo mismo es cuestión de días que de meses.  Seguro que antes de fin de año no se publica, pero tampoco después de Semana Santa. Ya se verá.
Ofrezco ahora, como hacen con el queso en los supermercados, la degustación gratuita de un poema que ya publiqué por aquí y de otro que no.  Espero que sean de su agrado y/o que cuenten al menos con su beneplácito.




A PROPÓSITO DE LOS PRINCIPIOS



Como Groucho, tengo muchos.

Los tengo de andar por casa,
principios mañaneros,
torpes y despeinados.

Los tengo universales,
como todo hijo de vecina,
como para las visitas
y los grandes eventos.

Los tengo de colores,
en estéreo y en tres
o cuatro dimensiones,
si se tercia.

Los tengo esporádicos,
para salir del paso,
para sortear arroyos, torrenteras
e invitaciones incómodas.

Los tengo de plástico o terciopelo,
holísticos y concéntricos,
patéticos y descarnados.

Tengo principios que merecen la pena
y principios que la dan.

Tengo principios
que nunca acaban.

Hay tardes que me sobran
y noches que los añoro.






A PROPÓSITO DE LA HORA DE LA VERDAD


Todas las horas son verdaderas
como puños.

Todas las horas mienten
como bellacas.

Al tiempo, si es que existe,
no le importamos
ni nosotros, ni nosotras
ni lo que pensemos de él,
ni lo que dejemos de pensar.

A la hora de la verdad
no entramos a matar,
salimos a vivir.

Pero siempre se está haciendo tarde.






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