El universo tampoco es un sendero de rosas. Todo apunta a que anda creándose y destruyéndose a sí mismo, generando estrellas y tragándose galaxias enteras en agujeros negros supermasivos. Lo siento, Platón, disculpen, astrólogos, pero no hay nada de perfección ni de predestinación en el movimiento de los astros. Aquello también es una merienda de materia oscura y misterios por resolver.
Y sobre este colchón de ideas me he tumbado un tiempo a pensar y a escribir, hasta que he dado en acumular una serie de poemas deficientes, erráticos y desechables, ensamblados de forma igualmente tosca y desordenada, en la línea de Múltiplos de uno. Un libro incompleto, parcial, discutible, deconstruido antes de ser construido y que llevará el título de A propósito.
Ando ahora en la paradójica tarea de terminarlo, es decir, de dejarlo "perfecto" para la imprenta. Lo mismo es cuestión de días que de meses. Seguro que antes de fin de año no se publica, pero tampoco después de Semana Santa. Ya se verá.
Ofrezco ahora, como hacen con el queso en los supermercados, la degustación gratuita de un poema que ya publiqué por aquí y de otro que no. Espero que sean de su agrado y/o que cuenten al menos con su beneplácito.
A PROPÓSITO DE LOS PRINCIPIOS
Como Groucho, tengo
muchos.
Los tengo de andar
por casa,
principios mañaneros,
torpes y
despeinados.
Los tengo
universales,
como todo hijo de
vecina,
como para las
visitas
y los grandes
eventos.
Los tengo de
colores,
en estéreo y en tres
o cuatro
dimensiones,
si se tercia.
Los tengo
esporádicos,
para salir del paso,
para sortear
arroyos, torrenteras
e invitaciones
incómodas.
Los tengo de
plástico o terciopelo,
holísticos y
concéntricos,
patéticos y
descarnados.
Tengo principios que
merecen la pena
y principios que la
dan.
Tengo principios
que nunca acaban.
Hay tardes que me
sobran
y noches que los
añoro.
A PROPÓSITO DE LA HORA DE LA
VERDAD
Todas las horas son
verdaderas
como puños.
Todas las horas
mienten
como bellacas.
Al tiempo, si es que
existe,
no le importamos
ni nosotros, ni
nosotras
ni lo que pensemos
de él,
ni lo que dejemos de
pensar.
A la hora de la
verdad
no entramos a matar,
salimos a vivir.
Pero siempre se está
haciendo tarde.
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