19.11.12

¿Cómo están ustedes?

Éramos niños y en blanco y negro.  Todas las tardes nos sentábamos ante "la" televisión y cuatro payasos de rancia estirpe y abolengo, vestidos con largas y ridículas camisetas grises, nos trataban de usted y nos preguntaban hasta cuatro veces cómo nos encontrábamos aquella tarde de leotardos tardofranquistas, zapatos Gorila y pan con chocolate.  Solo los ricos sabían que los payasos eran rojos.  Los demás lo teníamos que imaginar.  Y era difícil, porque las letras de sus canciones fluctuaban entre el perogrullo matemático-avícola (ha puesto uno, ha puesto dos, ha puesto tres...), el manual de buenas costumbres (hola don Pepito, hola don José) y un cierto machismo interesado (si me haces buenos guisos...) o descarado (...pero no pudo jugar porque tenía que planchar...).
Sin duda yo era más del cínico Bugs Bunny y de la abstracta y sinuosa Pantera Rosa. Un apátrida ya en ciernes.
La muerte de Fofó supuso uno de los tres grandes mazazos emocionales de nuestras infancias, junto con la de Félix Rodríguez de la Fuente y la de Chanquete.  La de Miliki tiene un tono más de crepuscular despedida. Descanse en paz.  Hacer reír a los niños es siempre una dedicación encomiable, tan fácil como hacerlos llorar y, por eso mismo, más digna de elogio.
Aquella pregunta cuadruplicada en aquellos precisos momentos históricos era lo más parecido que existía a un referéndum, a un plebiscito, algo así como un entrenamiento para esos niños que años más tarde darían su opinión en urnas, manifestaciones y recuadros de 140 caracteres.
Hoy nadie se atrevería a salir en un programa con una nariz de plástico a preguntar cómo estamos.  Resultaría política, estética y socialmente incorrecto.

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