Adolfito en la escuela. |
Al final he llegado a la conclusión de que todo fue una mezcla desafortunada de razones psicológicas y sociales, unidas a una mala (buena para él) suerte proverbial.
Estuvo a punto de morir demasiadas veces en la I Guerra Mundial, en un tiroteo en Múnich, en varios atentados siendo ya canciller, pero siempre resultó más o menos indemne. Apostó fuerte en invasiones que le salieron bien. Todo esto provocó que acabara creyéndose un elegido, alguien tocado por el sino para acometer cualquier tipo de empresa.
Los psicólogos se frotan las manos con la figura de Alois, el padre violento y alcohólico, y con el cariño sincero que Adolfito profesaba por su madre, quien murió de cáncer de mama, tras pasar un calvario de quimioterapia al que la sometió un médico... judío. Pero parece que el antijudaísmo (antisemitismo es algo mucho más amplio, que abarca también a los árabes) no proviene de este detalle, pues quedó agradecido por los servicios del doctor Eduard Bloch.
Los sociólogos lo achacan todo al resentimiento alemán tras la derrota en la primera guerra. Es el más débil de los argumentos. Muchos pueblos han perdido guerras y no han reaccionado de manera tan vehemente, cruel y disparatada.
No faltan quienes hablan del poder magnetizador de la mirada y la palabra de Hitler. Sus discursos y apariciones públicas, perfectamente orquestadas por el astuto Goebbles (sobre todo cuando consiguió la cancillería), enardecían a las masas con una mezcla explosiva de silencios, gritos y anáforas.
Y para colmo están las veleidades ocultistas y el imaginario disparatado que pululó por libros y revistas a principios del siglo XX y finales del XIX (civilizaciones perdidas, razas de atlantes, santos griales, indoeuropeos de gamadas cruces...).
Pero hay algo que no encaja. Al culto y avanzado pueblo germánico, que había parido a Goethe, a Hegel, a Planck, a Mozart, a Freud, a Humboldt, a Marx, a Einstein y a Beethoven, por muy cabreado que estuviera, no le cuadraba que un cabo cuasi-analfabeto austríaco, medio suicida, medio artista, diletante, anárquico y frecuentemente irracional llegara a alcanzar las cotas de poder que alcanzó y llevara a la ruina a una de las culturas más prósperas y dinámicas de todos los tiempos.
Es probable que todo se redujera a algo tan simple como esta nación no estuviera preparada para ser avasallada por una ideología tan radical como el nazismo y que sucumbiera con estupor más a su represión sobrevenida que a su contenido o su supuesto encanto. Se cuenta que algunas de las medidas que tomó el Führer antes y durante la guerra fueron criticadas por los mismísmos nazis.
Quizá para terminar de resolver este enigma tenga que recurrir a la más sesuda biografía de Kershaw, pero cuando veo sus 1 336 páginas, me pregunto si es ético gastar tanto tiempo en intentar entender a este personaje.
1 comentario:
La respuesta está en "La psicología de masas del fascismo" de Wilhelm Reich y en "El miedo a la libertad" de Erich Fromm...
¿Porqué triunfó el nacionalsocialismo y no otros "ismos" -anarquismo, comunismo, socialismo...- en la Alemania de entreguerras como solución a las contradicciones del capitalismo y la feroz crisis provocada por las "reparaciones de guerra"?
La respuesta está en el componente psicológico que incentivaba el narcisismo colectivo del humillado pueblo alemán de entreguerras: los nazis propugnaban que el alemán de extracción más humilde era intrínsecamente superior al francés de más alta cuna por el mero hecho de ser ario. El refuerzo de la autestima y la apelación a los instintos más tribales explica la exitosa implantación de tan nefasto "ismo" frente a otros.
Este mecanismo puede observarse hoy en día entre los "white trash" estadounidenses, principales integrantes del Ku-Kus-Klan simplemente porque son la más baja extracción social de etnia caucásica y necesitan sentirse superiores a alguien (aunque sea por algo tan peregrino como el coor de la piel).
Miguel Calvo
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