30.1.10

Ryogoku

En el mismo Ryogoku está el estadio de sumo y todo el barrio, desde que bajas del tren, gira en torno a este deporte ancestral que levanta pasiones en Japón. En las misma estación, antes de salir a la calle, te reciben unos imponentes retratos de luchadores legendarios que atemorizan al viajero desde su altura.


Desde el andén se puede ver el edificio donde se celebran los combates.


Esta escultura está justo al salir de la estación a la calle.

Bicicletas aparcadas en el barrio.

Restaurante que ofrece pez globo en su menú. El takifugu es un manjar peligroso que pocos se atreven a probar. Hace poco murió alguien famoso por ingerir una gran cantidad de este pescado. Los cocineros que pueden prepararlo tienen que hacer una ampliación de estudios para conocer el arte y la ciencia del corte de este pescado. Nuestros amigos japoneses nos aconsejaron que no lo intentáramos. Y donde fueres haz lo que te dijeren.

En los alrededores hay muchos pachinkos, salones de juegos superestresantes que ya saqué en una película del viaje anterior.

Escaparte de un restaurante.


Estatuas de luchadores de sumo en una avenida que da al estadio. Parece que hay alguna superstición que desconozco acerca de estas estatuillas que están en las aceras, porque presentaban signos inequívocos de haber sido sobadas en innumerables ocasiones.


Chanko-nabe, especie de potaje con verduras y carne que se hace en la mesa y que se tiene por el alimento predilecto de los luchadores.

Servicios en la calle.

Y por fin, justo antes de irnos, pudimos ver a unos luchadores (de poco peso) que venían como del estadio en dirección a sus casas.

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