Algunas veces sucede que nos fumamos un cigarrito, contamos una anécdota... Quién no ha estado en un bar, en una tienda, en una ventanilla y se ha sentido invisible.
Otras veces es que la organización misma, la estructura del trabajo la que nos lleva a perder miserablemente el tiempo con minucias que deberíamos tener resueltas. Quizá sea esto en Japón lo más llamativo, más que el hecho de que cada trabajador sea más o menos diligente y responsable. En un banco al que fuimos a cambiar dinero había un mostrador para rellenar documentos. En algunas papelerías españolas hay menos útiles de oficina que allí (tampones, clips, sobres pequeños, medianos y grandes, grapadora...). Todos tipo de documentos (ingresos, transferencias, giros...) estaba allí casi rellenos, listos solo para echar un vistazo y firmarlos. Comparemos con el famoso boli de la cadenita y los impresos caídos, escasos o inexistentes en bancos y correos de por aquí. Anécdota personal. Se me acaban los postits y tengo que ir a secretaría por un taco. Cuando vuelvo me acuerdo de que suelo pegar la parte de atrás con fixo para que no esté dando vueltas y se pierda. Me tengo que volver a secretaría porque en mi mesa, por alguna misteriosa razón, no hay fixo. Dos viajes de cinco minutos para algo que podría haber hecho en uno.
Ya lo dijo el sabio de Tarifa: la gente confunde trabajar con ir al trabajo.
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