Permítanme una deformación profesional. "Preocupaciones" es palabra que si se destripa descubre su esencia: ocuparse antes, ocuparse con antelación. Parece indicar esta disección que cuando nos pre-ocupamos somos gente inteligente, que aborda sus asuntos antes de que sea demasiado tarde. Nos la damos de listos/-as anticipándonos a la realidad. Pero la realidad es muy rara, apenas sí la entendemos, y al final acabamos ocupándonos demasiado de cosas que luego no son como creíamos que iban a ser, ni tan buenas, ni tan malas. Nos peinamos, nos compramos unos zapatos y una camisa, nos vamos a una fiesta y, zas, nos tiran salsa de tomate, nos entra hipo o nos olvidamos el móvil encima del piano. O al revés, acudimos al médico pensando que ya nos van a decir lo de "esta mancha no me gusta" y luego, la mayoría por suerte de las veces (toquemos madera), nos mandan a casa con con gases o con un virus anónimo itinerante (o con ambos).
Una cosa es prever y otra preocuparse. Pre-vemos que allí hay un barranco y frenamos con tiempo, pero no podemos montarnos en el coche pensando que nos vamos a estrellar contra una farola y pensando además, en medio del atasco, en las mil pre-ocupaciones cotidianas.
Hay una diferencia entre la tranquilidad de espíritu y la inconsciencia, entre la temeridad y la confianza.
Si nos ocupamos demasiado de lo que pasará mañana, quizá no podamos ocuparnos adecuadamente de lo que pasa hoy.
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