11.5.13

Metafísica del títere

Andan los de El Espejo Negro por Castilla, concretamente en el Titirimundi, un festiva de títeres que celebra anualmente en Segovia anualmente desde hace años.  Como no podría ser de otra manera, sigue la gira triunfal que iniciaron en Málaga en enero de este año. Estoy recibiendo muchas fotos y vídeos interesantísimos y en ellos revivo esa sensación ambivalente del títere, que por un lado es un símbolo de autonomía mágica de los objetos y por otro, de lo contrario, de control y manipulación extrapersonal.

Los títeres siempre me recuerdan aquella memorable escena de Niebla de Unamuno, en la que el protagonista, Augusto Pérez, visita el lugar en el que el autor, el propio Unamuno, está escribiendo la novela que en esos momentos leemos.  Augusto le pide vivir más tiempo, pero don Miguel, entre endiosado y aburrido. le anuncia que lo va a matar en el próximo párrafo.  Entonces el personaje monta en cólera y le recuerda al escritor que quizá él también sea un ser de ficción creado por no sé sabe qué dios o demiurgo.

Cuando veo un espectáculo de títeres, algo trascendental se dispara.  Me da la impresión de que pensamos (lo mismo ustedes piensan otra cosa, son libres de hacerlo) que el muñeco tiene vida real y que nosotros somos él, a pesar de que vemos los hilos y al que los maneja.

Preferimos estar vivos sin libertad que muertos con ella, ser una princesa cuyo destino maneja un tipo con barbas de Cuenca, que un puñado de tela y madera bajo un montón de hilos flácidos.

Es la plasmación teatral de que hay algo más allá que rige nuestros actos.  Para algunos esto es superstición, para otros trascendencia, religiosidad tal vez.  No sé si esto es triste o importante.  Quizás ambas cosas.

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Aquí van dos fotos de Susana Fernández, alias la pérfida Magdalena de La venganza de don Mendo.



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