13.5.13

Poesía, astronomía y egocentrismo

Como secuela final y inesperada del libro de poemas A estas alturas, he participado en un proyecto medio estúpido, medio simpático que organiza la Universidad de Colorado.  Se trata simplemente de inscribir en una web tu nombre, el cual grabarán en un DVD que mandarán a Marte a bordo de la nave espacial MAVEN (Mars Atmosphere and Volatile Evolution Mission).  Cualquiera puede hacerlo.  Es gratis, fácil y, como digo, si se quiere, estúpido.  Y te dan un certificado que puedes imprimir para poner en tu currículum o en el pasillo de tu casa.  El nombre se puede acompañar de un haiku (escrito en inglés), pero para que manden el tuyo al planeta rojo hay que ser elegido en un concurso internacional.  Anímense y monten sus nombres en esta nave virtual.
Total, en sitios más discutibles los hemos puesto antes, pongamos por caso las hipotecas.
Aquí está el enlace: http://lasp.colorado.edu/maven/goingtomars/
Les dejo un poema del libro antes citado que, como decimos en Andalucía, "pega" con el asunto tratado.


CONSUELO DE COSMOS


“La Tierra un día cruzará el espacio celeste
convertida en cementerio de civilizaciones;”
Miguel de Unamuno

Cuando te asalten las tristezas del otoño
o las cíclicas astenias primaverales,
o te falten las fuerzas
para acabar los crucigramas
espiando incluso las soluciones de la última página;
debes saber que en Venus
hay nubes de gases a tan altas temperaturas,
que se evaporan hasta los más íntimos pensamientos.

Cuando el amor ponga tus maletas en el porche
y cojas la acera mojada rumbo a otras sábanas,
o en el jardín se te mustien hasta las malas hierbas;
no olvides que allá arriba, en la Luna
por llanuras polvorientas
rueda un intenso desamparo,
como esférico arbusto, seco y sin rumbo.

Cuando la muerte afile su guadaña
en el parachoques de tu coche,
o tus tarjetas de crédito languidezcan
al calor de orgías anónimas;
recuerda que existen galaxias y cuásares,
y púlsares y nebulosas,
tan lejanos entre sí, tan ignorados,
que provocan el llanto insondable
de los tres o cuatro dioses que aún deambulan por el éter.

Has de saber también que se cuentan
más satélites gélidos, que desdeñados amantes,
más cometas errantes, que desmochadas esperanzas,
más soles sin luz, que niños desnutridos,
más agujeros negros, que macilentos manicomios,
más púlsares y meteoritos que traiciones o conjuras,
más olvido que injusticia.

No es nuestro destino lo que está escrito en las alturas;
son las estoicas instrucciones
que nos permiten sobrevivir en este ínfimo astro
envuelto levemente en una tenue capa
de aire más o menos impuro,
que gira ensimismado alrededor de su ombligo magnético,
y en torno a una estrella mediocre,
que hace ocho minutos era
tal y como ahora nos alumbra.

Quien no se consuela
es porque ignora
o carece de telescopio.

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