1.- Confundir la lectura con los libros.
Se puede leer sin libros. Ahí está la red, palpitante de peces chicos y grandes de distintos sabores y calidades. Ahí están los libros electrónicos, de los que ya he hablado en otra ocasión. Ahí llevan miles de años las arcillas mesopotámicas y los jeroglíficos egipcios.
2.- Confundir la lectura con la literatura.
A pesar de los libros de autoayuda, alguna (auto)biografia y el intento de diversificar el mercado con la doble lista ficción / no ficción
, la mayoría de las ventas se concentran en la literatura, concretamente en la novela.
2.b.- Confundir la literatura con la novela.
Cuando se pregunta a alguien qué libro está leyendo, extraño será que afirme que está leyendo a Shakespeare, a García Montero o a Jovellanos. Cunde la idea de que la literatura es más evasión que otra cosa, a pesar de la poesía y el ensayo, géneros que profundizan en el yo y en el ello, que diría Freud. El teatro, el pobre, no se pensó para ser leído, sino visto y oído. De todas formas, no nos lamentemos por él, su hijo, el cine, como Hamlet, ya lo ha vengado suficientemente.
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