Libros:
No sé si hoy es el día de los libros o el de los libreros. Ya he contado varias veces mi prevención ante la divinización del objeto libro. No cualquier libro es mejor que cualquier película, que cualquier conversación (Borges dixit), que cualquier reportaje de televisión. Existen libros nefastos (perniciosos incluso para el ser humano, como Mein Kampf), libros falaces, libros superfluos, libros mal encuadernados, editados, traducidos; libros demasiado caros para lo que cuentan, libros que sólo sirven para rellenar estantes de los salones...
No podemos caer en el mero consumismo de papel. La inflación de ediciones en un país como España no sé si oculta algún blanqueo o es directamente incomprensible, amén de antiecológica.
Otro aspecto sospechoso de este día del libro es que prácticamente sólo se habla de dos tipos de ellos: las novelas y los libros de autoayuda. Ya conté la teoría (que comparto) de Taleb con respecto a la dopamina y la narrativa. Parece que el personal necesita vectores, patrones, indicadores, carriles y rediles para poder reconducir su descarriada vida, et tout le reste est littérature.
Y por último, como ya dije otra vez, ¿por qué diablos se celebra el día que murió Cervantes? ¿Es que no lo tratamos ya suficientemente mal en vida como para alegrarnos de su muerte?
Entiéndanme: tengo la casa llena de libros, los compro, los leo, los releo a veces, he escrito y publicado unos cuantos, vivo de explicar los que han escrito los demás... No soy un inquisidor tecnológico, ni un productor televisivo, pero prefiero la palabra (en cualquier formato) a los libros.
Un libro:
El paseo, de Robert Walser
Este libro demuestra que en literatura el cómo es más que el qué. Walser, que fue admirado por Kafka y Thomas Mann te tiene 79 páginas embobado sin contarte apenas nada, un paseo apenas por una pequeña ciudad europea de principios del siglo XX. Una sintaxis embriagadora, unas disquisiciones certeras y sarcásticas, unas descripciones irreprochables, unas cuantas contradicciones autocomentadas y unas reflexión sobre la misma literatura que estamos leyendo hacen de este relato una obra maestra. Un ejemplito:
"En conjunto, la continua necesidad de goce y prueba de cosas siempre nuevas se me antoja un rasgo de pequeñez, falta de vida interior, alejamiento de la Naturaleza y mediana o defectuosa capacidad de comprensión. Es a los niños pequeños a los que siempre hay que mostrarles algo nuevo y distinto para que no estén descontentos".
(Gracias, Paqui, por recomendármelo y prestármelo).
Un genio:
Hoy ha tenido lugar una de esas escenas que hacen que merezca la pena dedicarse, de manera más o menos directa, al plúmbeo mundo de la cultura. Nicanor Parra ha mandado a recoger el Cervantes a un nieto muy joven con una herrumbrosa máquina de escribir y ha colocado entre el público a familiares en mangas de camisa, que parecían estar en una cantina, en lugar de en el complutense paraninfo. Y no se pierdan el discurso que ha leído el nieto, con unos poemas magistrales del maestro de maestros. ¿Cómo habrán sonado estos versos a los trajeados asistentes?:
La seriedad de frac
es una seriedad de panteonero:
la verdadera seriedad es cómica.
1 comentario:
Notable discurso, notable.
En todo caso, acá en Chile esos familiares hubieran sido considerados bien vestidos. Claro, al lado de los otros que parecían disfrazados de algo extraño con esas sedas de colores y esa seriedad en las caras (visto desde nuestra perspectiva), los nuestros parecían de cantina.
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