
El marketing intuitivo hace que algunos piensen que, dadas las presentes circunstancias, la gente va a preferir gastarse el dinero en su futuro. Pero no en inversiones, cursos de formación o, incluso, juegos de azar. Simplemente quieren asomarse un poco por la mirilla incierta del arcano babilónico y verse a sí misma un poco más feliz de lo que se ve ahora.
Nadie espera que le salgan malas cartas. Y el que las da ya verá cómo las interpreta para contentar a los clientes de la manera más ambigua posible.
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