El malo de Batman |
Para empezar no me resisto a traer aquí las palabras del gran Wilde: "La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida".
Por otro lado hay unas leyes permisivas para la compra y uso de armas de fuego. No les caliento la cabeza con este tema, que ya lo hizo magníficamente el orondo Michael Moore y le dieron un Óscar y todo.
Luego está el imaginario del bien y del mal, esa antítesis perniciosa y simplista que obliga al personal a decantarse de un lado o de otro. Por suerte, la gran mayoría opta por lo primero y las muchas minorías (marginados sociales, psíquicos, anímicos, políticos, intelectuales) por lo segundo. Lo malo de este mal minoritario es que la ética no es democrática ni estadística, es decir, que no ganan los que son más. A veces, como en esta ocasión, el mal coge unas cuantas armas automáticas y vence, temporalmente, pero vence. Poco importa que muchos sean buenos. Una gota de veneno cierra un pozo.
Otro aspecto de este asunto es el uso del mal para justificar el bien, aunque el mal no lo sea tanto ni el bien tampoco. A lo largo de la historia hemos sido testigos de demonizaciones flagrantes. Napoleón fue presentado como un enano ególatra advenedizo por las potencias europeas, a las que no les interesaba el avance del poder francés ni de las ideas democráticas y civiles que el corso esparcía por Europa. ¿Hay que recordar otra vez que su hermano abolió la Inquisición en España?
Y por último está el tema del mal reversible. Sadam Hussein fue un ejemplo cristalino. Primero fue nuestro amigo cuando el mal era Jomeini y al poco tiempo pasó a ocupar su lugar con las famosas y recónditas armas de destrucción masiva. Y no hablemos de las jaimas de Gadafi en Madrid o del malvado Chávez, que luego no lo fue y luego ya veremos (¡Ah, las hemerotecas, ese rastro del tiempo en el papel!). Y así sucesivamente pasó y pasa con los funcionarios, con los políticos, con las autonomías, con los sindicatos, con el gobierno y con las suegras.
Es posible que los brokers que manejan las cotizaciones de las primas de riesgo sean el mal escondido tras un ordenador y una corbata. Es probable que los bancos, a los que tanto odiamos y tanto debemos, sean el mal oculto en un bosque de letra pequeña. Pero detrás de este mal hay, como en el caso del malo de Batman, una legislación, una ideología, una manera de ver y entender el mundo que está enraizada en todos nosotros y que deberíamos analizar, radiografiar y extirpar si se tercia.
Por supuesto que nada de lo que he dicho debería suponer un obstáculo para que la ley agarre a los malos más evidentes y los enchirone hasta que se aclare la esencia del mal. Y si la ley no puede, se cambia la ley, que para eso decapitaron a Luis XVI los malos/buenos en 1789.
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