Todos somos equilibristas.
Nos admira el valor de esas personas que cruzan cataratas, valles o entre rascacielos, sobre un monociclo o calzados apenas con unas tenues zapatillas de ballet, pero cada día andamos todos en parecidas circunstancias.
A un lado acecha el abismo del descontento, la ira y la indignación. Dice hoy Sampedro que tendríamos que indignarnos mil veces más ante la desvergüenza de unos pocos. Razones no faltan, ni argumentos, ni ganas tampoco.
Al otro lado nos espera el abismo de la felicidad, del individualismo, de la egoautoayuda, del sálvese quien pueda, de la huida hacia dentro, hacia fuera, hacia el arte, hacia Samarcanda, hacia el pasado, hacia los chiringuitos con cañizos, hacia sustancias psicoactivas o narcotizantes, hacia el amor... hacia cualquier cosa que nos haga sentirnos bien a nosotros solos.
Y así pasamos los días y las noches, moviendo la pértiga de un lado a otro como mejor podemos y sabemos.
Para asentarnos más cargamos los dos lados alternativamente con más lastre. Si nos apuntamos a más revoluciones, compensamos con más tinto de verano. Si vemos más telediarios, si leemos más blogs incendiarios, más periódicos tendenciosos; plantamos una tomatera o nos damos una vuelta por el paseo marítimo. Si pasamos junto a un banco, procuramos a continuación sentarnos en otro de un parque a ver niños riendo en columpios y toboganes. Si firmamos más manifiestos, luego vemos una película de Julia Roberts.
Lo malo es que de tanto lastrar, la pértiga acabe partiéndose y nos veamos solos y sin asideros en la cuerda floja. Quizás optemos entonces por hacernos más livianos y pasemos de salvarnos y de salvar al mundo y nos dediquemos a ser, sin más, disfrutando del riesgo, del cielo azul, de los pájaros que vuelan bajo nuestros pies, de la caída misma si se tercia.
NOTA: Perdonen por el tono excesivamente alegórico. A lo mejor otro día hago una exégesis de esta entrada.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo. De ese equilibrio nos hablan los consabidos aforismos "in medio virtus" y" medén ágan".Yo prefiero este último, porque implica la idea de soltar lastre, que es una práctica más civilizada y liberadora que lastrar. El arte del funambulismo requiere una práctica constante y un aprendizaje
progresivo, aunque este conlleve desamprender lo aprendido.No escatima en riesgos y en caídas,en amores y en soledades,en pérdidas y metas cumplidas.Además, si la pértiga se rompe,el funanbulista tiene siempre la opción de transformarse en gaviota, que es mucho más divertido,porque se siente más libre y vuela más alto.
Filakia!
Como este blog es un blog serio, y no aparece el típico botón con el pulgar alzado para indicar "me gusta" ( supongo que porque se espera un comentario algo más explícito ), aquí va este breve obsequio en agradecimiento por tu labor.¡Me apunto a los koans! ¡HaaaaaaaiiiiiiiKÚ!
Trémula Noche,
abismo insondable
e infinito.
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