18.12.11

Del simbolismo de la cera

La cera es un producto simbólico de la naturaleza, como las águilas, las serpientes, los dragones o las flores de lis (o lirios).  Se usa mucho en los templos de diversas confesiones, en las bañeras de ejecutivas estresadas y en alguna parte del refranero castellano, aunque también tiene aplicaciones más prosaicas (como erradicador de vello, abrillantador de suelos o taponador de los conductos auditivos).
Quizá el uso más curioso que se da a la cera es el de material artístico para recrear figuras humanas.  Frente a la inmortalidad del mármol o del bronce, existen efigies de cera, las cuales por razones térmicas no pueden estar en medio de una plaza, por lo que se colocan en unos lugares llamados museos de cera.  Estas figuras suelen colocarse a nivel del suelo porque su mayor gracia consiste en su cercanía al público, su accesibilidad.  La gente va y se hace una foto con Michael Jackson o con Napoleón o con Santa Teresa de Jesús y ya retorna feliz a su mundo de asfalto y plástico.  El espectador disfruta de una falsa intimidad con las grandes figuras de la historia y el papel cuché.
Dicen que en el de Madrid retiraron en su momento a Marichalar y que han trasladado a Urdangarín junto a los deportistas de élite.  Se rumorea que quizá más pronto que tarde acabe en un horno y que su cera se recicle para dar forma a nuevos personajes igualmente importantes, igualmente deleznables.
He aquí el otro gran simbolismo de la cera.

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