De vuelta en Tokio para el regreso final pasamos la última tarde por esas calles de Dios. Queríamos ver (oh, ilusos) el monte Fuji desde la torre Mori de Roppongi. De camino nos encontramos una pelotera de cámaras y periodistas alrededor de un edificio. Ni idea de lo que pasaba. Luego intuimos que era una gran comisaría, porque en la puerta había un policía de uniforme y otro, cosa extrañísima, de paisano con... una tranca, garrote o palo de aspecto rústico y no reglamentario. Como es normal en todos lo países del mundo, no se nos ocurrió fotografiar a ningún miembro de las fuerzas del orden.
Torre Mori.
Edificio singular de los alrededores.
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