Me he encontrado un artículo de Elvira Lindo que debería conocer todo hijo de vecino. No lo enlazo porque no sé dónde está. Yo lo he leído porque soy face-admirador de ella y lo acaba de colgar en su página.
La cosa va de lo siguiente. Los padres antiguos no paraban de decir que la vida era muy dura, que si no te ponías la pilas te iba a llevar la corriente, como al camarón, que si el valle de lágrimas y otras hipérboles sacrificantes y sacrificadoras. Los padres de ahora no paran de incentivar la autoestima de sus retoños diciéndoles que saben más de lo que en realidad saben, que pesan menos de lo que en realidad pesan, que son más guapas de lo que en realidad son. Es el llamado efecto Pigmalión, que consiste en que, a fuerza de animar al alumno, al hijo, al discípulo, éste acaba creyéndoselo y actuando positivamente. Lo malo es, como decía Cernuda, la realidad y el deseo. Que luego hay otros más altas, más guapos, más listas, más rápidos, más cultas... que uno, que una y, zas, el batacazo, la depresión y la autoestima por los suelos, como antaño.
Si te auguran el infierno y te encuentras simplemente la vida, lo podrás sobrellevar. Si te prometen Disney World y te topas con los jefes, con los castings, las oposiciones, los camiones de la basura, los yogures caducados y la declaración de la renta, pues se te viene el mundo a los pies.
Moraleja: ni tanto, ni tan calvo. Ni Pigmalión, ni Casandra.
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