7.7.13

El artista incrédulo

Como dije ayer (bueno ya anteayer), hoy tocaba clase de pintura sumi-e. Si el curso hubiera sido solo de pintura a la tinta, ni se me habría pasado por la cabeza matricularme.  Nunca he pintado bien en mi vida.  Bueno, maticemos: nunca he pintado.  El dibujo nunca se me dio bien (pierdo las dimensiones, desprecio la perspectiva, lo recto me sale curvo y viceversa...).  Lo único que sí controlo más o menos de las artes gráficas es la composición, de ahí que solo me haya atrevido con la fotografía.  Ahora bien, puede pasar que uno no dibuje bien, pero pueda pintar pasablemente.  Son dos técnicas hermanas pero no gemelas.  La demostración de esto que digo es que esta mañana, bajo la amable y paciente tutela de Luciana Rago se ha producido el milagro de que el último de la clase en dibujo acabe pintando un bambú con sus hojas y todo.  A mí mismo me parece mentira que haya sido capaz.  Y cuanto más lo miro menos me lo creo.
Primero hemos hecho unos ejercicios de calentamiento, luego hemos pasado a pintar ramitas, luego hojas, luego troncos y por último, los nudos que separan las secciones del tronco.
De modo que las poca esperanza de la que hablé ayer se ha tornado una gran sorpresa.
Uno nunca sabe dónde puede llegar hasta que no da el primer paso.
Aquí les dejo el fruto de ocho horas de clases.  Como dije de las caligrafías, seguro que no son gran cosa.  Es el orgullo del ignorante.

En el entrenamiento de pintura de hojas de bambú sobre papel de periódico
me salió al azar casi esta composición, la cual no sé muy bien ni muy mal qué es lo que significa.

Ayer reservamos un kanji (en este caso hikari, luz) para colocar hoy
el bambú de la derecha y el sello de la profesora.
Las cuatro hojas más oscuras son de la mano de Luciana Rago,
que quiso darle más vida a lo que yo había hecho.

Este sí es por completo obra mía, incluidas las arrugas del papel,
que es sumamente fino.

No hay comentarios: