No hay anuncio de (casi siempre) cerveza en el que no salga gente (mayoritariamente joven y delgada) bailando en la playa.
Y la verdad sea dicha, a lo largo de mis muchos años de residente en el litoral Mediterráneo, no recuerdo nunca haber presenciado semejante escena. Y mucho menos a pleno sol y sin chanclas. Ni siquiera recuerdo ver juntos a más de cuatro o cinco jóvenes delgados/-as en cien o doscientos metros cuadrados.
El paisaje humano de la playa en verano es muy distinto. Abundan niños llorando, familias cargadas de neveras, conurbaciones de sombrillas o tiendas de campaña, perros dispersadores de arena, reproductores varios emitiendo música cuando menos discutible, barbacoas intoxicantes, polvorientos, atestados y lejanos aparcamientos, jugadores de paleta no federados, medusas urticantes y desechos urbanos heterogéneos con un alto nivel de flotación. Como dijo Lope de Vega del amor, "quien lo probó lo sabe".
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