El viaje en sí me ha hecho confirmar mi admiración, respeto y cariño por aquel, ya de todos ustedes conocido, país. La limpieza, la exactitud, la profesionalidad, la amabilidad... no han faltado tampoco esta vez. Además he tenido la suerte de coincidir en pleno con la floración de los cerezos o sakuras. Los que me siguen en Twitter han podido ver ya muchas fotos y han podido comprobar que no exageran quienes hablan de la belleza de este momento y de la comunión del pueblo japonés con estos escasos e intensos días que la naturaleza ofrece, entre los rigores del invierno y los tifones y sopores del verano.
Valga esta entrada, pues, para ejercer lo que los lingüistas y semiólogos llaman la función fática o de contacto.
Aquí seguimos y cuando vaya deshaciendo maletas y centrándome en este santo país de infantas perseguidas y calles que aún chirrían por la cera que ardió y se derramó, volveré a contarles detalles, reseñas, reflexiones y proyectos relacionados con este blog y con otras cosas de las vida.
Les dejo algunas fotos de Osaka y alrededores, todas hechas a golpe de móvil.
Cerezos y rascacielos en Osaka. |
Cerezos en Neyagawa, Osaka. |
Lámpara en santuario sintoísta de Neyagawa, con autorretrato reflejo. |
Fotógrafa de un bautizo en santuario sintoísta de Kobe. |
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