Recomiendan los sabios no incurrir en los excesos y comparto el consejo, pero creo que merece la pena matizar cuantitativamente cuándo podemos decir que estamos pasándonos en algo.
Pongamos un caso práctico. Fumar y no fumar son posturas radicales ¿lo ecuánime sería fumar poco, pongamos cinco o seis cigarrillos al día? Para algunos resultará excesivo leer un libro al mes, para otros, lo será leer uno cada tres años. Y no sigo, para no caer yo también en el supuesto exceso.
Esta reflexión previa viene al hilo de dos sucesos que me han ocurrido en menos de 24 horas. Ayer por la noche resultó premiado un trabajo audiovisual muy cercano a mi familia, y esta mañana, hace apenas una hora he sido testigo de un acto académico en el que he estado involucrado también tangencialmente y que me ha sumido en un estado cercano a la euforia.
El departamento de Lengua Castellana y Literatura del que formo parte ha organizado la entrega de premios del certamen anual de relatos y poesía. Casi cien alumnos y alumnas de entre 12 y 17 años han permanecido atentos y respetuosas durante una última hora de un viernes a las lecturas y recitados de los textos premiados. A continuación ha habido un pequeño homenaje al El Principito con motivo del 70º aniversario de su publicación. De nuevo todos han demostrado un interés y respeto dignos de elogio e impropio de un país que trata a la cultura como suele tratarla, desde el punto de vista mediático y fiscal. Y para terminar una serie de alumnos han interpretado unos monólogos hilarantes, que ha concluido con un homenaje e imitación de Gila, a cargo de un alumno de 2º de ESO. El interés ha sido tal que, a pesar de haber tocado la sirena que marca el final de la jornada, ni uno ni una se ha movido de su sitio y han permanecido embobados oyendo aquello de "¿Está el enemigo? Que se ponga".
Pasen pues los apocalípticos y vean. Contra la crisis de la educación, contra la crisis de los valores, contra la crisis en general, el trabajo, el entusiasmo y el saber hacer de la gente que quiere hacer cosas, en lugar de quejarse de las que no hacen o hacen mal los otros.
Así que hoy, hasta ahora por lo menos, es el día de la euforia, que ya llegaran otros para la melancolía y taciturnismo. Lo que no es ecuánime es dejarse (con)vencer por los segundos y minimizar la felicidad, como si fuera algo de lo que hubiera que avergonzarse.
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