Hay una frontera difusa entre el humor y la sátira. Por resumirlo mucho se trata de la diferencia entre reírse y reírse de alguien o, las menos veces, algo. El ejemplo más famoso de satírico español es don Fº de Quevedo, que se reía a toda pastilla de Góngora, de los judíos, de los tarberneros, de los arbitristas, de las viejas, de los homosexuales y de media (o toda) España. Por suerte y por desgracia luego le dieron a probar su misma medicina recordándole su cojera y su falsa erudición helenista.
Es curioso observar cómo en estos tiempos de lo políticamente correcto el personal se ríe de cualquiera (preferentemente de los poderosos, de los otros, de la otredad que diría un filósofo), pero cuando la sátira se vuelve contra uno mismo o su grupo (marionetas de deportistas patrios que se dopan, caricaturas de profetas, etc.), entonces monta(mos) en cólera, la risa se torna llanto y súbitamente se acaba la fiesta.
Dos ejemplos. La broma es una novela que leí hace años y que recomiendo a todos ustedes. Su autor es el famoso Milan Kundera y en ella se relata la historia angustiosa y kafkiana de alguien que soltó una broma sobre no sé qué dirigente político de algún régimen totalitario comunista y a partir de ahí su vida se convierte en un infierno. Como público del mundo libre este argumento se entiende como una crítica a los excesos de un poder omnímodo, que no permite el más mínimo resquicio al humor y la libertad. O sea, de los gerifaltes del Kremlim y alrededores es/era lícito reírse, de sus bigotes, de sus gerontocracia y de sus orejas peludas.
El otro ejemplo es más cercano. Varios actores de una emisora de radio australiana llaman por teléfono a una clínica de Londres y se hacen pasar por la reina y el príncipe de Gales (creo). Engañan a un par de enfermeras y una de ellas al final se suicida. De pronto la broma ya no tiene gracia y la web de 2dayFM se ha llenado de encolerizados insultos y amenazas de los hasta ayer fieles seguidores y oyentes.
Como dijo el genial Gila en aquel chiste de las bromas pesadas que hacían en su pueblo (cito de memoria):
--El tío se enfadó porque se quedó allí carbonizado en el cable. Pero ¿y lo que nos hemos reído?
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