Una de las ideas del zen que más me interesan es la reivindicación del instante, del impulso, de la intuición, de la toma de decisiones inmediata e irracional. Esto es algo muy temido en occidente, donde, según quién, se sopesa, se analiza, se mide y se calcula lo que se hace. Vale, ya sé que en España somos en eso poco occidentales y parecemos zen. La diferencia es que las decisiones hispanas suelen ser improvisaciones, más que intuiciones, las más de las veces motivadas por la falta de planificación y la urgencia de las soluciones. Y no quiero seguir por ahí, que acabamos hablando de la(s) crisis.
Pues bien, el jueves de esta semana vi por la red que Leonard Cohen andaba por nuestras patrias tierras. Fuimos a verlo hace tres años y resultó una experiencia inolvidable. Pero esta vez se me había ido el santo al cielo. El mismo viernes tocaba en Madrid y no tenía ni entrada, ni tren, ni avión, ni nada. Y he aquí el momento zen. Tras varias e-conversaciones con nuestra corresponsal en Kioto y varias vacilaciones netamente pusilánimes y occidentales, opté por presentarme allí. En pocas horas realicé las gestiones oportunas y la tarde del viernes puse rumbo al Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid.
El concierto no tuvo desperdicio. Tras la primera canción, el poeta y cantante dijo que no sabía cuándo nos volveríamos a ver, pero que esa noche ellos iban a dar todo lo que tenían. Desde las nueve y media hasta la una y poco estuvo cantando, con una pausa de veinte minutos y un par de canciones que cantaron las hermanas Webb (que volvieron a hacer su pirueta hacia atrás sin tirabuzón) y Sharon Robinson.
La facilidad con que Cohen se arrodilla ante el público y sus músicos (sobre todo el laudista Javier Mas) me hace pensar dos cosas: a) que es un rasgo de respeto religioso ante los demás que lo hacen ser más entrañable de lo que es y/o parece, con su traje y su mascota de mafioso de los años veinte y b) que si yo (o el Comentador de Ocaña) hubiera dado cualquiera de esos rodillazos, tendrían que haberme trasladado en ambulancia a un quirófano de La Paz o Puerta de Hierro. Sin duda es un rastro más de su experiencia meditativa zen, que le aportó humildad y flexibilidad, dos cualidad tan escasas en esto tiempos de integrismo y arrogancia.
Aquí pongo algunas fotos del viaje y la actuación. Algunos de mis fanesmiliares (fanes+familiares) de Facebook ya las conocen porque fui retransmitiéndolas cuando me lo permitía la conexión.
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Dada la velocidad del AVE, los paisajes son todos haikus. No dan para más. Árbol en algún lugar de la Mancha |
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Desde el taxi, camino al concierto pillé un par de instantáneas turísticas. |
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La R.A.E. movida. |
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Como la compré tarde, pues me dieron de las peores, de lado y arriba. Lo importante era estar allí, no la salud de mi cuello. |
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Como tampoco caí en llevarme la cámara buena, pues así salieron las fotos. Las hermanas Webb, Sharon Robinson con Leondard Cohen en el centro del escenario. |
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Para hacer esta me tuve que ir por el pasillo hacia el centro. |
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Y al salir, la Luna y Júpiter alineados, como una guirnalda cósmica sobre el auditorio. ¿No hubo otro judío hace tiempo cuyo nacimiento se señaló con una estrella o algo así? |
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