He oído en la radio que hoy es el día sin juego. Para los promotores de esta aburrida jornada, el juego tiene un connotación negativa. Hablan de ludopatía, de afición excesiva al bingo, a las tragaperras, a las quinielas. Lo entienden como un peligroso diálogo con el azar en el que se pierde, además del tiempo, el dinero, la hacienda y la familia.
Pero junto a esto hay una corriente de pensamiento que propone el juego como instrumento didáctico. Esta es una de las ideas más antiguas del mundo, tanto que está reflejada en un tópico latino que reza "prodesse et delectare"y que proviene del Arte poética de Horacio.
Hace unos días entregaron a Shigeru Miyamoto el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por (y copio de la web de los premios) "ser el principal artífice de la revolución del videojuego didáctico, formativo y constructivo (...) por innovar con programas y formatos que ayudan a ejercitar la mente en sus múltiples facetas y resultan muy valiosos desde un punto de vista educativo".
Nuestra corresponsal en Kioto publicó junto con otras personas un libro titulado Actividades lúdicas para la clase de español, que doce años después sigue teniendo buenos índices de ventas. Posteriormente un servidor, junto con ella y otras personas, escribió una serie de novelitas destinadas al mismo fin.
En esta casa siempre hemos pensado que la mejor (no digo que la única) manera de hacer llegar el conocimiento es haciéndolo acompañar de una salsa comedida de la risa y la participación.
¿Cómo si no ha injertado Estados Unidos su imaginario en el resto del mundo? ¿Dando discursos y seminarios o presentando su visión de las cosas bajo el estelar aspecto de guapísimas actrices y divertidos muñequitos?
Nota: seguro que muchos leen esta entrada simplemente porque aparece Scartlett Johansson en ella.
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