1.- El dolor tiene muy mala prensa y muy buen negocio. Nadie quiere sufrir y pagamos lo que sea para evitar las cefalalgias, las lumbalgias, las fibromialgias..., como si de algia no hubiera que morir.
Hay dolores físicos y dolores espirituales, que en la retórica del lenguaje coloquial se mezclan y confunden: "me has partido el corazón", "ese niño me da muchos quebraderos de cabeza"....
Existen, sin embargo, posturas éticas que propugnan el placer del dolor, tales como el masoquismo o la penitencia de diversos credos religiosos (autoflagelaciones, cilicios, abstinencias dietéticas y sexuales). Para estos algofílicos el dolor posee el atractivo de la intensidad y la simplificación del mundo. Cuando se sufre un gran dolor, se olvidan las cortapisas cotidianas, los hastíos consuetudinarios, incluso otros dolores anímicos, que son más difíciles de aplacar. Cuando te das con un martillo en un dedo, ves las estrellas y entonces ya no ves a tu jefe, ni tus fracasos, ni al cobrador del frac. En su dimensión religiosa el dolor es, o bien el pago por los pecados propios o colectivos, o bien el principio del camino ascético que lleva a abandonar la casa del cuerpo, camino de la morada divina.
2.- En los últimos tiempos he convivido con el dolor en distintas épocas e intensidades. Aunque siempre que he podido, lo he evitado, a veces se me ha echado encima sin avisar y no he tenido otra opción que mirarlo a la cara. El dolor en sí no es malo, es el soplón de males mayores. Fomenta la humildad y el autoconocimiento. Me he sorprendido a mí mismo bromeando sobre él justo cuando lo tenía subido a la chepa. Otras veces ha evidenciado mi debilidad y mi soberbia y me ha dejado tirado en cualquier sitio. He aprendido también a cuantificarlo para dosificar las alarmas y el exceso de medicación. En fin, aunque no quiero volver a verlo/sentirlo, no le guardo rencor. Cuando desaparece, sea por un instante o unas horas, se activa la conciencia dormida de su ausencia y algo de esa alegría natural y olvidada queda para siempre en el ánimo.
OTRAS REFLEXIONES: AQUÍ.
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