En algunos templos hay ofrendas como éstas, toriis de madera con inscripciones agradeciendo algún don condedido. Parece ser que a los templos sintoístas se va a agradecer, no a pedir.
La vegetación en los entornos sintoístas no está tan elaborada como en la jardinería budista de Kioto.
En un lugar encontramos unos gallos, se supone que sagrados, que correteaban entre la gente.
Para el sintoísmo toda la naturaleza tiene algo de sagrado y estos grandes y venerables árboles son más sagrados si cabe. La gente se acercaba a ellos y pegaban el oído, como queriendo escuchar los latidos de la savia, de la tierra, del cosmos panteísta.
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