Este señor tiene la virtud de hacer verosímil lo inverosímil e interesante lo que no me interesa.
El libro trata de lo que dice el título que trata (1), de correr. Murakami, aficionado a este clásico y solitario deporte (desde la batalla de Maratón), reflexiona con claridad y amenidad sobre el valor de enfrentarse al reto de la constancia y de la superación, sobre los límites de la voluntad y del dolor. Todo sin apologizar ni ponerse en plan salutífero. Todo lo contrario, nos cuenta con tal vividez los sufrimientos corporales, que entran más ganas de quedarse tumbado en el sofá leyendo después lo que sea, la guía de teléfonos o el Tractatus de Wittgenstein.
La parte más interesante (para mí, claro) se encuentra cuando compara la soledad del corredor de fondo con la del novelista. Los escritores (y los que quieran o tengan previsto serlo) pueden aprender mucho sin tener que correr cada mañana veinte kilómetros por las carreteras de Hawai, los parques de Tokio o la ribera del río Charles (aquel al que Dámaso Alonso le dedicó un memorable poema).
Ahí va un par de citas traducidas a my way:
En esta parece un avatar de Santo Tomás (el apóstol).
"Soy la clase de persona que tiene que experimentar las cosas físicamente, tocándolas más bien, antes de tener un sentido claro de ellas. No importa lo que sea. Incluso si las he visto con mis propios ojos, si no las toco, no estoy convencido. Soy un tipo de persona físico, no intelectual".
Aquí hace una propuesta sorprendente y excitante:
"Cada día dejo de escribir justo en el momento en el que siento que puedo escribir más".
Lo he leído en inglés porque es el último resto de aquellas circunstancias que ya conté en su momento, pero está traducido al español.
(1) El título es una versión del de un libro de cuentos de Raymond Carver, What I Talk About When I Talk About Love.
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