Primero fue Argos, el can que reconoció a Odiseo a su vuelta a Ítaca. Luego fue Laika, la perronauta soviética a la que Mecano le dedicó una canción. Más tarde vino Hachiko (¿o fue antes?) que sustituyó a Penélope en el paradigma de la paciencia. Ahora le toca el turno a Lukánikos, el perro anti-sistema, el anarquista de cuatro patas, el cínico del caos callejero de Atenas. Los cínicos eran aquellos filósofos del siglo IV a.C. que despreciaban al poder y vivían como perros, (de ahí su nombre) en las mismas calles donde ahora se aporrean policías (guardianes de la polis) y manifestantes enmascarados, como en una tragedia de Eurípides:
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