Hace un gran montón de años, cuando era pequeño, en televisión había un anuncio de un producto de cuyo nombre no puedo (ni quiero) acordarme, y que terminaba con unos japoneses que babeaban con sus cámaras al oír la palabra "imitar" y repetían como lobotomizados "imital, imital, imital". Eran los tiempos en los que los productos japoneses se consideraban meras copias de los alemanes o norteamericanos. Luego el tiempo fue poniendo las cosas en su sitio y ahora somos nosotros quienes imitamos a los japoneses. En los setenta imitamos (o compramos) sus artes marciales, su animes sobre la niña de los Alpes, el niño de Génova y el robot con una novia con nombre de diosa griega (todo muy mediterráneo). Más tarde los chinos se lanzaron vorazmente sobre la electrónica japonesa e invadieron los barrios proletarios de todo el mundo con copias de Sony, Sanyo y otros. Y ahora es Hollywood quien sucumbe ante los encantos de la narrativa legendaria popular contemporánea nipona. Se trata de una película, protagonizada nada menos que por el budista Richard Gere y que se titula Hachiko: a dog´s story (en España,Siempre a tu lado). En mi pasada visita a Tokio, me hice la foto de rigor con la estatua de este perro que murió esperando a su dueño en la estación de Shibuya, que como su nombre indica, sí, siempre tiene bulla. Ahí va la foto. Se ve mal, pero se aprecia mi paraguas, mi guía, mi mochila y mi amigo Keisuke, el mejor guía posible. El de la derecha soy yo.
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