10.3.13

Ya es 11 de marzo en Japón


Sé que lo japoneses son más de trabajar que de lamentarse y que no les gusta mucho que se compadezcan de ellos y ni recrearse con sus desgracias, que las han sufrido, y en una magnitud poco común en otros países.
Yo estaba el 11 de marzo de 2011 en Japón, pero el 12 ya estaba de vuelta en España.  Todas las personas con las que me encontraba me decían lo mismo, que me había escapado por los pelos.  Algo así como que el avión despegó mientras las olas invadían la pista.  Como ya conté en su momento, no ocurrió nada de eso.  En el aeropuerto de Osaka, a esas horas de la noche no había un idea clara de lo que acababa de pasar.  Un grupo de estudiantes y yo mirábamos la televisión un poco incrédulos, un poco con mala conciencia.  Supongo que muchos pensaron (yo lo hice) que parecía que estábamos huyendo del país como las ratas antes del naufragio.
En agosto del aquel mismo año pasamos por la provincia de Fukushima en el shinkansen (tren bala) camino de la hermosa Matsushima.  Allí pudimos comprobar los efectos del tsunami, a pesar de que las miles de islas de la bahía habían atenuado el efecto devastador que todos hemos visto en otras partes.  El viaje tuvo ese motivo solidario y no íbamos descaminados.  Al llegar a la estación un encargado de la oficina de turismo nos contó que éramos los primeros extranjeros que llegaban a la ciudad esa semana, en pleno verano.
El 13 de marzo encontré bajo la almohada una camiseta con el famoso cuadro de la gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai.  Con motivo de aquel serendípico hallazgo escribí una entrada en el blog, que, por razones que todavía no alcanzo a comprender, se ha convertido en la más leída de estos cinco años.
Sirvan estas palabras para mandar mi solidaridad con todos los japoneses, en especial con los que más sufrieron y siguen sufriendo la desgracia de aquella inmensa fuerza de la naturaleza.  Es lo menos que puedo hacer por un país que me ha enseñado y dado tanto a cambio de nada.

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