3.3.13

G 98

Recuerdo que hace unos años tenía serios problemas para hacer llegar al alumnado las ideas de la llamada Generación del 98.  Aquellos jóvenes vivían su burbuja histórica particular, cayendo sin fin por el tobogán del consumismo, atestados de móviles, hormonas y videojuegos.
Cuando les decía que Machado criticaba la charanga y la pandereta, pensaban que les estaba hablando en chino.
--¿La charanga, la pandereta? ¿Y eso qué malo tiene? Carpe diem, pájaro de mal agüero --coreaban.
Cuando les contaba que España es una deformación grotesca de la civilización europea, miraban por la ventana y veían llegar aviones repletos de turistas, que sobrevolaban las miles de grúas que nos daban de comer.
--¿De qué está hablando este tío? --murmuraban entre ellos.
--¿Quién yo?
--No, ese ciego de los bohemios y los espejos cóncavos. ¿Es que está fumado?
--Puede, pero os puedo asegurar que Max Estrella no tenía un pelo de loco ni de tonto.
Por suerte (para mí y para ellos) siempre sonaba la sirena y todos corrían hacia el placer fácil, hacia los trabajos bien pagados y mal cualificados, como Ulises, pero desatados.
Aquello era una conversación de besugos, un diálogo de sordos.  Yo, advirtiéndoles de la decadencia de España, de su papel de segundón en Europa y tercerón en el mundo.  Ellos, jaleando en la grada a Induráin, a Almodóvar y a nuestros eximios futbolistas.
Para nuestra desgracia, al final yo llevaba razón y la España de los aeropuertos y los pelotazos, del palustre de oro y la comisión de platino, del asesor de los sobres y el gilismo sin tasa, pasó.  Y al retirarse sus aguas dejó tras sí un paisaje devastado de paro, perplejidad y recortes.  Ya no parecía tan descabellado el ruedo ibérico valleinclanesco, ni la profética voz de don Antonio.
Es como si todo el siglo XX hubiera pasado en vano.  Ni la guerra, ni la posguerra, ni el desarrollismo, ni la transición, ni la expo, ni Nadal, ni los óscares, ni los nóbeles, ni las copas de Europa...  No hemos aprendido casi nada.  Y la tarde que hundan nuestra flota frente a Santiago de Cuba volveremos a irnos a los toros tan tranquilos.
Seguimos creyendo que nos lo merecemos todo por la gracia de los dioses.
España necesita, una vez más, reiniciarse y nada mejor que volver la vista a los hombres del 98, que (unos más, otros menos) soñaron con una España más despierta, más alerta y menos crédula y autocomplaciente.

        Nuestro español bosteza.
        ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
        Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
        El vacío es más bien en la cabeza.

                        Antonio Machado

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