
Pues bien, ahora viene José Saramago y dice que ha permtido excepcionalmente a un director brasileño que haga una version cinematográfica de Ensayo sobre la ceguera, por la cara, porque le ha gustado la cara del cineasta. Así como suena, por su cara bonita o fea o como sea.
No soy un gran seguidor de Saramago. He leído un par de novelas suyas (me encantó El Evangelio según Jesucristo) y alguna la he tenido que dejar por razones que no vienen al caso. Me parece un buen ensayista y comparto casi todas las ideas que va soltando por artículos y blogs, pero ésta me parece una de las mejores. Ha puesto en práctica la llamada inteligencia intuitiva, que, según Piaget, corresponde a las primeras etapas del pensamiento humano, ajena al análisis de infinidad de datos. Lo que pasa es que cuando uno tiene y pico de años, y pico de novelas y un premio Nobel, como que le importa una higa (que dirían los clásicos) la ciencia, el empirismo, las estadísticas y el qué dirán. Además es que no tiene tiempo para estar recopilando informes, entrevistas y dosieres.
A esas alturas, me imagino, la intuición vale más que la reflexión. ¿Y a las nuestras?
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