20.7.09

Un gueto germánico en el corazón de Jerusalén

En medio del laberinto de calles, vías y callejuelas de la ciudad vieja de Jerusalén hay un cruce, cerca de la puerta de Damasco, que hace las veces de lo que en la arquitectura occidental llamaríamos una plaza. En unos de los vértices o lados de aquel mínimo poliedro hay una puerta con un portero electrónico en medio de un muro gris que hace esquina. En los escalones de esa puerta estaban unos palestinos comiendo pipas u otros frutos secos del lugar. Entonces se acercan unos extranjeros, más extranjeros que nosotros, más rubios, más altos, y tocan en el portero. La puerta se abre y se meten. Como no se acabó de cerrar y suponíamos que era ese el lugar que buscábamos, pues nos colamos, evitando tener que hablar un alemán cutre por un portero electrónico. Es el Hospicio Austríaco. Se suben unas escalinatas y ya está uno en una mansión europea del siglo XIX, con sus balcones, sus jardines, sus pasillos monacales, sus monjas germánicas... y su bar. Todo tiene un aire de novela de Thomas Mann, incomprensible en el contexto del barrio del que estamos hablando. Desde los jardines se puede asomar uno a las calles repletas de vendedores vociferantes de hierbabuena y berenjenas, de tiendas de babuchas y caftanes, de policías israelíes... Y lo mejor de todo está dentro. Buscando el servicio di con una capilla. Toda la decoración era de maderas nobles y a un lado del altar había un cuadro devotamente iluminado con una vela de... el emperador Francisco José, esposo que fue de la famosa Sisí. Así que unos metros pasas del siglo I, al siglo XV, al XIX y vuelta al XXI. Cosas de Jerusalén.

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