2.- Arturo no sacó ninguna espada de una piedra, sino de un yunque que estaba incrustado en una piedra. Todo una cosa muy fina y delicada.
3.- La famosa espada que sacó carecía de nombre. Pasado el tiempo y viendo Merlin que estaba desgastada de matar anglos, pictos y sajones, llevó a Arturo a un lago, donde una dama misteriosa le hizo entrega, ahora sí, de Excalibur, con la que siguió dando mandobles a los bárbaros que hablaban unas lenguas extrañas, pobres y sin declinaciones que, con el tiempo, se fundieron en la de Shakespeare, Milton, Obama, los Monty Pithon y, casi, los bobbies de Gibraltar.
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