Ya sabíamos que los niños son dados de natural a comer porquerías. Todos hemos conocido casos de infantes que mascan arena, chupan grasa de moto o beben lavavajillas. Hasta Freud habló de ello, entre líbidos y represiones.
Pero el otro día me di cuenta de que la cosa ha ido ya demasiado lejos. No se trata de que los menores de diez años se atiborren de triglicéridos y se polisaturen de colesterol industrial, es que se te ponen los pelos de punta cuando los oyes pedir al quiosquero:
–Me pone un dedo, dos pies, tres labios y dos ojos.
La imaginación de los moldeadores de plástico comestible se ha percatado del gusto infantil por la antropofagia. Pasaron los tiempos en que el lobo se comía al niño malo. Ahora el niño bueno, el que ha sido premiado por sus padres con unos euros, los invierte en comerse la boca del lobo, a Caperucita y a Charles Perrault si se pone a tiro (o a diente).
Pero el otro día me di cuenta de que la cosa ha ido ya demasiado lejos. No se trata de que los menores de diez años se atiborren de triglicéridos y se polisaturen de colesterol industrial, es que se te ponen los pelos de punta cuando los oyes pedir al quiosquero:
–Me pone un dedo, dos pies, tres labios y dos ojos.
La imaginación de los moldeadores de plástico comestible se ha percatado del gusto infantil por la antropofagia. Pasaron los tiempos en que el lobo se comía al niño malo. Ahora el niño bueno, el que ha sido premiado por sus padres con unos euros, los invierte en comerse la boca del lobo, a Caperucita y a Charles Perrault si se pone a tiro (o a diente).
1 comentario:
Nada más cierto, sobre todo lo de comer arena en el parque, que, por cierto, está prohibida salvo en los areneros, donde los niños ya si que se dan un auténtico festín. Hablando de gustos gastronómicos de los pequeños, hay que añadir unas gominolas que me sorprendieron como las que tienen forma de cepillo de dientes, pizza y hamburguesa ¿qué más falta por inventar?
Publicar un comentario