25.5.12

De los límites

¿Existen los límites (y no hablo de un concepto matemático que nunca entendí) o todo es cuantitativo y gradual?
Perdonen, pero me he levantado un poco abstracto. Bajaré a la plaza.
Creemos, por ejemplo, que la muerte es una cosa y la vida, otra. Pero es conocido que existen estados de semi-muerte (zombies aparte) cardíaca, muertes reversibles, recuperaciones, gente que ve luces en un túnel y luego regresa a escribir libros de autoayuda... De acuerdo con que Napoleón está muerto y Obama no.  Cuestión de tiempo, de todas formas.
Entre lo frío y lo caliente existe una continuidad, no un abismo (calentito, tibio, fresquito, fresco...). No digamos entre lo feo y lo bonito, lo caro y lo barato, etc.
Pongamos el caso de las fronteras. Existe un dentro y un fuera. París es Francia y Teruel es España (porque existe). Pero en esos montes perdidos del Pirineo, seguro que hay muchos valles, vaguadas, barrancos y riachuelos que no se sabe si son galos o hispanos. Ahí están para demostrarlo los abordajes y mensajes megafónicos que están teniendo lugar en las aguas que rodean Gibraltar (es peñón). ¿Dónde empieza la Gran Bretaña y donde termina el reino de España? A fin de cuentas, sus respectivos monarcas son medio primos, aunque esporádicamente dejen de acudir a cenas conmemorativas.
Otro caso mitológico de falsas fronteras. Hércules dio un mazazo (literalmente) y separó Europa de África. Luego colgó el cartel de Non plus ultra, indicando que más allá no había otra cosa que monstruos traganaves y que estaba vedado el paso.  Los fenicios, probables fomentadores de la leyenda, aprovecharon para pasar ellos solitos y plantarse a traficar en Cádiz, en Lisboa y, según parece, en la mismísima Albión, luego llamada Gran Bretaña.  Eso si no es que dieron la vuelta a África bajo las órdenes del faraón Necao II.
En resumen, que las fronteras, si existen, están para cruzarlas. Díganlos los espaldas mojadas, los tripulantes de las pateras y los turistas.
Llevado este concepto a otras facetas del devenir diario, tenemos que plantearnos el caso de a partir de cuándo se dice que uno está harto y no aguanta más o, en otras palabras, cuál es la gota que colma el vaso.  Esta semana, si ir más lejos, los docentes, los discentes y las familias de ambos han dicho basta. Tragaron que diversos gobiernos de dos partidos les congelaran y recortaran en varias ocasiones el sueldo a los docentes, pero no están dispuestos a admitir que encima se les obligue a trabajar más horas y a soportar un hacinamiento vil y tercermundista en aras a la eficacia, la contención y el roce humano (Wert dixit), que hace el cariño.  En algún momento de estos días el/los gobiernos han traspasado la frontera invisible de la paciencia docente. Creyeron que porque era de noche e iban disfrazados de crisis no los íbamos a detectar. Erraron y ahora parece que dan marcha atrás.  Ya veremos si intentan pasar de nuevo ocultos en los bajos de un camión de lápices de colores.

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