A pesar de que el Japón urbano y moderno es un país abierto a muchas tendencias, sobre todo tecnológicas y artísticas, no creo que les guste
esta idea de cambiar bonito por orugas o surimi por escarabajos. Ya sé que las ballenas y el atún rojo están en peligro de extinción y que las cucarachas hay que quitárselas de encima a zapatillazos, pero, como digo, no creo que les haga mucha gracia.
Y aquí me parece que menos.
¡Ay, si Kafka levantara la cabeza y viera cómo ponen a Gregorio Samsa encima de un trocito de arroz compacto!
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