Con motivo de una antología poética dedicada al maestro Miguel Romero Esteo, fui convocado (invocado), vía Emilio Lobato, para actuar como antólogo (pasado hace ya mucho el tiempo de ser descubierto como joven poeta). Se pedían poemas, nombres y una especie de reflexión a la pregunta que da título a mi respuesta. Ahí va. Es un poco larga para el tamaño de las entradas de este blog, pero, qué le vamos a hacer, mi cabeza también luce cada vez unas entradas más grandes.
“Deconstrucción amateur de la pregunta ¿Por qué la poesía en el siglo XXI?”
1.1.- Nunca hay una causa ni una razón para la poesía.
La poesía es, siempre ha sido, desde que un pitechantrupus erectus o un autralopithecus gritó al pincharse con un guijarro de sílex o aulló al contemplar la luna decreciendo devorada por un monstruo innominado y cíclico. En otras palabras, no es causa lo que necesita la poesía, sino finalidad, extática, emotiva, liberadora, compulsiva.
1.2.- La pregunta también alberga/oculta un temor apocalíptico implícito. ¿Se interroga por qué porque se sospecha que la poesía va a a ser aplastada, barrida y disuelta en la malla mundial mediática que nos acorrala, controla o libera? No lo creo. La red, los medios, en general sólo son medios, y tener miedo a los medios es como si antaño se hubieran horrorizado (como quizá hicieron) con el papiro, el pergamino, el papel, la imprenta y los yesos de la Alhambra, donde quedaron los versos de Ibn Zamraq. No temamos a los medios, temamos a los fines. Y a los principios.
2.- “…la poesía…”.
2.1.- Este sustantivo ha provocado tantas dudas a lo largo de la historia de la teoría y la praxis literaria, que un tal Bastida, poeta sevillano decimonónico, hastiado del mundo y su semántica, se lo preguntó y se lo respondió con un pronombre personal de dudosa certeza: “Poesía eres tú”.
2.2.- Si bajamos (o subimos) a la etimología, la cosa se complica aún más. Poiein significaba en griego antiguo algo así como “hacer”. Borges tituló uno de sus libros El hacedor, o sea, el creador. Y ya por este camino vamos llegando al meollo, que diría Cervantes: la palabra creadora, la palabra crea el mundo. De ahí lo que dejó escrito Juan el Evangelista: “Al principio era el verbo”. Y al parecer es (o era) lo cierto, porque aquel Dios veterotestamentario “…dijo: hágase la luz y la luz se hizo”, dijo hágase esto y lo otro y las cosas se fueron haciendo. El poder del abracadabra, de la palabra escrita que daba vida al golem, que levantaba a los lázaros de las tumbas… Si poesía es crear, poesía no desaparecer, que diría Toro Sentado, porque el universo es un continuum creativo-destructivo sin límites ni parangones. Quien crea un poema es poeta, pero también lo es quien crea una palabra, como Fernando Beltrán, fundador del Instituto “El nombre de las cosas”, creador de palabras (namer) y sintagmas que designan a empresas o colecciones (Opencor, Amena, Hoja por ojo, Faunia…) y también lo es quien escribe una novela (¿no lo fue Gabriel Miró, o el otro Gabriel, el colombiano?), aunque sea por encargo. ¿No le escribió Virgilio la Eneida a Augusto para justificar su acceso, ascenso y permanencia en el poder, así tuviera que remontar falsamente la genealogía hasta la mismísima Troya? Es poeta inlcuso el que escribe un buen guion para una buena película. ¿Es que es menos poeta Stanley Kubrick, Alfred Hitchkock o Mélies que, pongamos por caso, Campoamor, Juan de Boscán o aquel concejal de Cuenca que canta las beldades de sus campos patrios en simpáticos pareados o aleluyas?
3.- “…en el siglo XXI?
3.1.- ¿Qué es un siglo? Aritméticas historicistas cristianizantes aparte, un siglo es un convención que convence cada vez a menos. Ignoramos sus límites ciertos y carecemos de perspectiva en el que estamos.
3.2.- ¿Cuál es el rasgo diferenciador entre el siglo XX y el XXI? ¿El uso y/o abuso de la informática? ¿El psicoterrorismo mediático y real? ¿La extensión superficial y abarcadora de la que habla Verdú en un brillante ensayo, frente a la profunda intensidad del mundo pre-postecnológico? Si esto último es así, la poesía, en el sentido de concentración verbal del universo, en tanto que haykuzación del cosmos, tiene los días contados. Pero si entendemos la poesía como testimonio, como desahogo, como entretenimiento, como velada verdad, como espoleta del pensamiento, como mecha para las ideas o como lo que quieran que sea los creadores de palabras, pues entonces tenemos poesía para rato.
3.3.- No es la primera vez que sea auguran malos tiempos para la lírica. Ubi sunt aquellas Casandras que vaticinaron el fin de la historia, el hundimiento de Venecia y el acabóse cultural, cuando se colgaron las señoritas de Avignon, cuando aquel actor dijo “merde” en la primera escena del primer acto de Ubu rey, cuando se oyeron las maravillosas disonancias de La consagración de la primavera de Stravinsky, cuando Garcilaso se saltó a la torera, sin causa ni razón, los intrincados decires octosilábicos del siglo XV y se puso a poetizar como quien habla (y cito a su coetáneo Juan de Valdés). Aquellos académicos, aquellos Jeremías, aquellos Laocoontes, ¿qué se ficieron?
En Desde la farola, Poesía española última (1989-2009), págs. 89-91.
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