Una vez ya en la cruda (sushi) realidad, permítanme unas palabras sobre Japón.
Es el país de la amabilidad, de la educación, de la exactitud, de la efectividad y de la afectuosidad. Tomen nota aquellos que piensan que la seriedad conlleva la tristeza, que la puntualidad acaba con la libertad, que la eficiencia no hace migas con la creatividad.
Sobre la famosa superposición de tradición y modernidad, pienso que la primera tiene más peso que la segunda. Móviles, ordenadores, trenes balas, anuncios de neón kilométricos, retretes robotizados, todo eso no es nada ante una taza de té, un jardín zen, una flor, un saludo o una reverencia.
Pero lo más curioso es que este país tremendamente educado, civilizado y tecnificado sigue pensando que occidente es más culto, más grande, más rico y más moderno. Los japoneses son intrínsecamente humildes y esa humildad (de origen posiblemente confuciano o taoísta) los hace más grandes.
En sucesivas entradas desarrollaré estos temas si no me arrolla el tsunami del trabajo.
1 comentario:
Bienvenido, Mr. Montilla.
Ansiosos de noticias niponas estamos. Pero déjeme hacer una apreciación y, aunque el que esté libre de culpa que tire la primera piedra, tengamos en cuenta también que Japón fue uno de los imperialismos más sanguinarios del siglo XX, todavía cazan ballenas "por motivos científicos" y crean a personajes tan nefastos como SinChan. Pero ilustrénos, por Confucio, que era chino.
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