Todo consisitió en dar vueltas bajo la lluvia, buscar refugio en los bares y observar atónitos las colas para entrar en los monumentos "en los que nunca nadie entra" y en los teatros en los que, previsiblemente, entraremos asiduamente a partir de ahora. Sólo se salvó el espectáculo de "Los perros flauta" a las puertas del mismísimo Cristo de la Buena Muerte. Hasta un verdadero indigente se coló y
happenizó un poco. Fue la noche blanca de las cervezas negras.
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