13.6.11

Waja


El arte siempre es evocador. Cuando no insinúa, cuando insiste en evidenciar, en recalcar y aclarar, se desliza hacia la ciencia, la filosofía y se convierte en otra cosa. El susurro, la ironía y el guiño aportan más placer estético (no lógico) que el grito, la definición y la pornografía.
El artista que fue Roberto González, el alma de Tabletom, había alcanzado tales niveles de excelencia artística que no necesitaba decir casi nada. Muchas veces ni siquiera tenía que hacer acto de presencia en el escenario. Iba y venía al micro y a la oscuridad de las bambalinas, como perro sin dueño. Recuerdo la primera vez que lo vi. Era un concierto gratuito en el recinto Eduardo Ocón de Málaga a mediados de los famosos ochenta. Antes había actuado un grupo pop, que todavía sigue en activo y que aburrió con su excesivo amaneramiento anglosajón. Cuando acabaron entre abucheos y lanzamiento de contundentes objetos de vidrio, un personaje minúsculo y desgarbado surgió de no se sabe dónde y apareció en la pasarela que cruzaba el foso. Simplemente se giró, alzó la mano y saludó al respetable toreramente. Nada más. A partir de entonces el público se rindió a sus coplas, sus silencios, sus comentarios, sus desapariciones y sus "wajas".
"Waja" era una onomatopeya certera e incomprensible que lanzaba esporádicamente y que a menudo tan sólo iniciaba. Ese esbozar, ese estar y no estar, ese hablar sin tener que ser entendido lo acercaban a la ética y la estética zen.
Pero Roberto era algo más que un bonzo con pinta de haber sido expulsado del tercio de la legión. También representaba como pocos (como nadie) la idiosincrasia urbana malagueña, hecha de mala manera a lo largo de los siglos con cachos de marginalidad, genialidad, popularismo andaluz y cosmopolitismo (aero)portuario. ¿Cuántos grupos de jazz-soul-pop han sido capaces de cantar a las tortas Ramos, a Paco Gento, a Woody Allen, a un puchero (u dos), al cuartel de Nateras, al Coyote y al pescaíto frito con pan, con paaan?
No vendió discos de oro, ni lo buscó. Y aunque fue profeta en su tierra, evitó el éxito excesivo al negarse a vocalizar y a hablar ortodoxamente en castellano, ese dialecto minoritario de los páramos yermos.
Irrepetible, inclasificable, inoxidable, inolvidable.
Nos vemos, amigo, muy pronto en La Campana.
Waja.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos vemos,waja!

Anónimo dijo...

Gracias por el artículo, lloroso, y como se suele decir con pocas palabras, vale o basta

Paco Roji