24.6.11

Teoría del aburrimiento


Hace años tuve la peregrina idea de escribir un ensayo sobre el aburrimiento, para matarlo sin duda (1). Llegué a confeccionar una especie de índice y todo, con incursiones en la literatura, las religiones, la filosofía, etc. Una especie de tostón redundantemente aburrido. Pero la idea central creo que sigue coleando en mis pocas aburridas neuronas: ¿qué grandes avances de la humanidad son y fueron causados por el aburrimiento? ¿qué influencia tiene el aburrimiento en nuestro comportamiento individual y social?
Primero habría que empezar por definir el aburrimiento y sus relaciones léxico-semánticas con el tedio latino, la melancolía griega, el hastío romántico, la depresión y patologías colindantes. También habría que enlazar con la iconografía del melancólico saturniano, con la cabeza apoyada sobre el brazo, como quien no puede con su alma o sus pensamientos.
Luego vendría la parte histórica. Vayamos a los principios de la cosmogonía judeo-cristiana. Dios estaba aburrido y creó el mundo. A continuación los dos primeros seres humanos se hastiaron de tanta vida regalada y se pusieron a probar lo que no debían. El mismísimo diablo, cuando se aburre, mata moscas con el rabo, que dice el refranero castellano. Los aztecas cuentan que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se sentían vacíos y necesitaban compañía, para lo cual crearon la tierra y el mar. Es decir, que se aburrían como ostras.
Otros grandes diletantes de la historia fueron los constructores de la torre de Babel, don Quijote y Emma Bovary.
La época actual ha continuado en la línea crítica que marcaron Cervantes, Flaubert o los autores de la Biblia. El aburrimiento es malo y causa problemas en niños, maduros y ancianos. Videojuegos, películas, excursiones del Imserso, divorcios, deportes, coleccionismo, literatura, radio, jardinería, museos, tertulias, gastronomía (activa y pasiva), televisión... todo vale para llenar el gran vacío de la nada.
Lo malo es que, si no se dosifica la distracción puede acabar llevando a los practicantes al estrés e, incluso, al mismo aburrimiento, por reiteración, del que partieron.
Así se cierra el círculo y vamos matando las distracciones y arrinconándolas en el trastero. Videoconsolas que no consuelan, libros leídos, películas vistas, álbumes de fotos de mil viajes... se acumulan en nuestra memoria y amenazan con llenar el disco duro de nuestras almas.
Espero no haberles aburrido ni distraído demasiado.

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(1) Ignoraba yo entonces que grandes autores ya habían escrito sobre el tema (D´Ors, Moravia, Kierkegaard, Nietzsche, Sartre, mi admirado Russell...), pero luego pensé que sería muy aburrido ponerme a leer tanto sin estar obligado a hacer una tesis.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada aburrido.