En un centro comercial de origen sueco dedicado a la venta de productos del hogar oí este minimonólogo de una señora:
—Uy, qué bonito es esto. ¿Para qué sirve?
Estamos dispuestos a comprar cualquier cosa que nos entre por los ojos. Luego están esos muebles, esos desvanes, esos trasteros, esos contenedores, esas tiendas de segunda mano... llenas de cosas que nos gustaron, pero que nunca nos sirvieron.
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